Capítulo 8; Furia.

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•Vendida al Alfa•

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•Vendida al Alfa•

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[...]

— Por favor ya no más— Susurró. Perdiendo las fuerzas de su conciencia.  Alekai se acercó lo suficiente para cargar a la loba. Encontrando temor en su  complexión física. Él media más de seis pies de altura. Su cuerpo era una masa gruesa de músculos. No poseía un abdomen tan marcado, su dieta no se lo permitía. Pero sin duda alguna los brazos que sostenían a la mujer de cabellos negros, eran tan fuertes, que con un mal movimiento, podría romperle un hueso.

No comprendió qué, pero dentro de su espíritu lobuno, encontró un nuevo sentimiento. Uno del cual no logró impedir.
Dejó de pensar con consciencia, a mitad del camino, cuando los rayos del sol lograron mostrarle una visión más clara de su alma, se detuvo para inspeccionar más a fondo su situación. Su sangre había manchado considerablemente las mangas de su saco.

—Tu espalda— Murmuró con desprecio. Las  ropas que vestía apenas y le cubrían el pecho y sexo. Parecía una vieja camiseta enorme desgarrada, dejando a lucidez una serie de heridas abiertas, moretones y hematomas fuertes en cada parte de su cuerpo. Con la mirada perdida, Gerdal se retiró el saco que llevaba consigo y se lo colocó a la loba. Cubriendo perfectamente todo su cuerpo. Ella era pequeña. Pero no tanto comparado con lo diminuta que se miraba en su pecho.

Al salir del calabozo los guardias se colocaron alertas. Bastó solo de una mirada para detener cualquier acción de intento, estúpido, al tratar de detener sus andares.
Apenas podía detener su furia.

No podía decirlo. No podía aceptar que ella era su mate. La sola idea de soltar esas palabras, quemaban sus cuerdas vocales.  Amó a Maragen con todas sus fuerzas, incluso cuando estás abandonaron su espíritu de vida, se levantó, tomó venganza en contra de un asentamiento Rebelde, mismo, dónde los atacantes de su manada se encontraban.
La raza Licana poseían distintas virtudes, diferentes dones que la naturaleza misma les otorgaba. Pero jamás fueron tan fuertes como para ganar contra Gerdal. La única forma de debilitarlo era esa, asesinando a su alma. Deteniendo su corazón espiritual, mismo que justo ahora, había vuelto a latir.

Se dirigió de nuevo hacía la mansión. La respiración de cada uno de los presentes se detuvo cuando le vieron entrar con la Rebelde en brazos.

— ¡¿Pero que es esto?!— Agregó Antonella despectivamente.

— ¿Por qué la haz sacado de
su prisión?
— Preguntó con calma Demetrio.

— ¿Cuánto por ella?— Logró murmurar con los dientes apretados. Ella compartido una mirada de duda con su Alfa.

— ¿Alekai a qué te…

—¡Dije! ¿Cuánto por la Rebelde? La quiero como, la quiero como esclava— Sintió un dolor en su sien tan muerte que temió soltar el cuerpecillo inconsciente de Lilian.

Sometida al Lobo (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora