Sábado, 20 de Mayo.
Caminé por mi habitación hasta que creí escuchar un ruido afuera, me asomé por la ventana para verificar que quien había citado ya estuviera esperando por mí. Me había retorcido tanto las manos durante la espera que parecía haber perdido la función de estas; si lo pensaba bien, mis manos no eran las únicas que tenía retorcidas, en las entrañas se me habían formado unos nudos horribles. Los nervios me habían dominado desde que le había dicho a Andrew que nos viéramos en el patio trasero, justo en el lugar de encuentro que había adoptado como nuestro.
Como siempre la noche me recibió en cuanto salí de casa, pude notar bajo la sombra del árbol la figura varonil del individuo que me tenía loquita. Por si no fuese poco que siguiera lidiando con las voces en la cabeza, mi corazón latió de manera descomunal al dar cada uno de aquellos pasos; ya estaba cerca y no podía dejar de pensar en cómo comenzar la conversación.
Tomé mi tiempo una vez que estuve frente a él, a una distancia prudente.
¡En serio que no sabía siquiera qué decir!
¿Debería saludar?... no, cómo iba a hacer eso si ya nos habíamos visto y además era más sensato ir al punto; aunque eso también estaba siendo un dilema para mí.
Él pareció interpretar mi silencio como una muestra de indiferencia así que fue él quien habló.
ㅡDijiste que era mejor que yo te lo dijera, ¿y ahora me ignoras? ㅡsentenció desde la oscuridad.
Mi corazón arrítmico se apachurró al escucharlo. Estaba en lo cierto, yo se lo había pedido y yo misma había intentado evitarlo luego de saber las mentiras.
ㅡ¿Y qué debí haber hecho según tú? Me cuesta creer que todo este tiempo ustedes me hubieran ocultado que mi padre mató a su hijo.
Andrew guardó silencio durante unos minutos.
ㅡLos únicos que debieron contarte tenían que ser tus padres, no yo. Nos hubiésemos ahorrado esto, y te lo dije.
Su voz sonaba dolida, algo que no era de el Andrew duro que solía ser. Me sentía mal por él porque claramente había sido yo quien insistió en encontrar las respuestas por el lugar equivocado. Mi mente era un enredo de cosas y entre ellas los sentimientos estaban en medio.
Andrew se iba luego de haber dicho aquello y yo por supuesto no lo dejaría ir herido, mucho menos si yo lo había hecho. No entendía todo por completo la historia que él me había contado así que decidí preguntar por el principio.
ㅡ¿Por qué lo hacías?
Esa pregunta quedó suspendida entre la distancia que nos separaba pero había logrado que mi Imposible se detuviera, dándome la espalda. Él sabía perfectamente a qué me refería.
ㅡPorque me gusta observar ㅡhizo una pausa y lo siguiente lo dijo girando solo su cabeza para vermeㅡ. Observarte.
Todo a mi alrededor dejó de funcionar, mis sentidos se desactivaron y solo podía reproducir una y otra vez eso que me había dicho. No tenía la menor idea de cómo interpretarlo. Lo dejé ir porque sinceramente no sabía cómo actuar ante su confesión, había sonado tan sincero que me lo había tragado como barra de chocolate. Andrew se fue sin añadir más ni yo preguntar otra cosa.
Parecía que los planetas se habían alineado para actuar a mi favor, Andrew decía y hacía lo que siempre deseé para mí; desde que comenzó ese gusto por mi Imposible no había una noche que no fantaseara o día que no soñara despierta con él, siempre hubo un escenario distinto con el qué soñar. Pero cuanto más pasaba el tiempo más me resultaba imposible que se me cumplieran los deseos que tenía, desde pequeño había sido distante y todos en la adolescencia cambiamos un poco. Nunca fui cercana a él así que no había motivos a simple vista que pudieran serle de mucha curiosidad; aunque quizá solo guardaba la distancia para observar mejor, de eso era muy consciente sobre él, le encantaba mirar con detenimiento.
ESTÁS LEYENDO
38 Días ©
RandomAmy Brown, al igual que toda chica adolescente, anhela ciertas cosas. Su padre es un alcohólico y es hija única, no cuenta con muchos amigos pero le basta los que tiene. Linda Green, su vecina, es algo destrampada y tiene cierto recelo a los chicos...