Lunes, 22 de Mayo.
Era consciente al cien por cien que al abrir los ojos estaba todo en oscuridad. ¿Qué había pasado? Esa era una interesante pero inquietante pregunta. No veía absolutamente nada, aunque me había cerciorado de que donde yacía acostada era sobre mis propias sábanas y mis propias almohadas babeadas; claro estaba, seguía en casa pero parecía que la noche no se acababa. Oí el rechinar de mi propia cama cuando me levanté de ella a tientas, en ese momento no me importó la oscuridad pues había algo que captaba por completo mi atención. Tenía los pies en el suelo y este estaba húmedo, como si alguien hubiera derramado agua sobre el piso.
Me puse de pie para caminar por la habitación hasta llegar al interruptor de la luz. Para cuando llegué allá los dedos de mis pies se habían empapado. Existía en ese instante cientos de sensaciones cruzando por todo mi ser, entre ellos inquietud y miedo. Encendí las luces, titilaban como si hubiese un fallo haciendo mucho más tenebrosa la situación. Examiné a detalle aquella habitación esperando encontrar el motivo del por qué había agua desperdigada por el suelo.
A simple vista no encontré nada, a excepción de las luces parpadeantes; aunque podía escuchar algo afuera de mi cuarto, lo que quizá podría llevarme a encontrar El fallo.
Giré sobre mi propio eje para abrir la puerta a mis espaldas. La madera crujía, el marco de la puerta depuraba agua en pequeños pero continuos hilos y, a lo lejos, se oía el burbujear del agua. Antes de abrirla pegué el oído a ella, efectivamente se escuchaba el agua escurrir, ¿de dónde? No lo sabía pero si abría la puerta lo averiguaría. Así que me aferré al pomo y entonces tiré de ella.
Había sido tonto el haber tirado con fuerza cuando la puerta misma fue lanzada por la fuerza del agua retenida. Como era de esperarse pero en ese instante no lo supe, el agua me golpeó el pecho y me empapó en un segundos, empujándome hasta caer de nalgas al suelo y arrinconarme contra la cama. El agua siguió entrando a mi habitación sin ningún impedimento, mientras que yo trataba de ponerme en pie entre tambaleos.
Claramente intentar cerrar la puerta sería una estupidez, era demasiada agua la que seguía entrando y ni siquiera parecía acabarse. Tenía el agua ya tocándome hasta las rodillas, la ropa mojada me pesaba y me desplazaba de un lado a otro a grandes zancadas sin saber qué hacer. Una enorme angustia me oprimía el pecho y la desesperación me empapaba por completo como lo hacía el agua.
Quizá pensé demasiado en cientos de opciones que no me ayudaban, pero al cabo de un rato en el que intenté moverme de nuevo caí en cuenta de que el agua ya me cubría hasta los codos. Estaba perdida. Así que, todavía tocando el suelo estando de pie, fui a la ventana para abrirla y así el agua saliera.
Estaba cerrada. O mejor dicho sellada. Hasta me lanzé para intentar abrirla con el peso de mi cuerpo flaco, pero hasta el intento de quebrar la ventana fue en vano. El agua siguió subiendo hasta que tuve que empezar a flotar para sostenerme del techo, para ese entonces el agua que entraba a chorros de la puerta se había "acabado". Así que tomé eso para salir de mi habitación que en medio del caos me resultaba sofocante y parecía que cada vez se hacía más pequeña.
Pasé por apenas un espacio libre de agua bajo el umbral, algo que me asustaba en demasía porque el nivel del agua estaba por cubrirlo por completo. No me quedaba mucho tiempo, el pánico comenzó a emerger desde mis más profundas entrañas.
Las luces de toda la casa titilaban como en mi cuarto. De hecho, el candelabro de la segunda planta, donde estaban las habitaciones, se mecía de un lado al otro, amenazando con lanzarse al agua también.
ㅡ¡Mamá! ㅡgrité en un llamado desesperado, mirando por todos lados. Las lágrimas me comenzaron a asfixiar al darme cuenta de que si el agua ya estaba por encima de la segunda planta todo en la primera estaba inundadoㅡ. ¡Mamá!, ¡papá!
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38 Días ©
RandomAmy Brown, al igual que toda chica adolescente, anhela ciertas cosas. Su padre es un alcohólico y es hija única, no cuenta con muchos amigos pero le basta los que tiene. Linda Green, su vecina, es algo destrampada y tiene cierto recelo a los chicos...