Día 33

8 1 0
                                    

Martes, 23 de Mayo.

Decir que no solía llorar podía sonar extraño viniendo de una adolescente, pero era cierto en mi caso. Lo que realmente me tenía descolocada era el por qué había despertado llorando desconsoladamente en brazos de Andrew. Puff, agradecí que mis sollozos o alguna clase de ataque de histeria no lo hubiera hecho despertar, bastante ya tenía con quedarse dormido medio sentado conmigo encima de su pecho. La posición era bastante incómoda para él por mucho que yo lo disfrutara.

Antes de hacer cualquier movimiento, me sequé las asquerosas lágrimas que me habían hecho despertar y los mocos que se me escurrían de la nariz. Me moví despacio luego de eso pero, al igual que yo, Andrew dormía con un sentido de alerta.

ㅡ¿Estás bien? ㅡpreguntó con voz áspera.

Me quedé inmóvil aunque era ya claro que sabía que estaba despierta.

ㅡSí ㅡme atreví a mirarlo, alzando el rostro hasta encontrarme con la oscuridad de sus ojos.

Era una respuesta monótona, carente de sentido. Claro que nada estaba bien. Estaba abrumada por lo que vendría en ese día, no podía seguirme quedando en cama y encerrada del mundo exterior. Por más que Andrew me acunara el rostro con la palma de su mano y mirara con detalle las heridas él no podía curarlas de inmediato. Nos mantuvimos en silencio un par de minutos hasta que noté cierta incomodidad de su parte pues lo sentí removerse y desviar su mirada unos instantes de la mía. Quería decir algo pero no estaba segura el qué.

ㅡYo... Bueno, yo solo quiero que estés bien ㅡexpresó, debatiéndose internamente si seguir o dejarlo asíㅡ. Podemos ir al médico y dejar que te hagan un chequeo completo, lo necesario para no...

ㅡNo lo hizo ㅡlo detuve, a consecuencia de que me gané una mirada de confusión. Apreciaba su genuina preocupación y sabía qué era lo que quería dar a entendermeㅡ. No lo hizo, no así como lo piensas. Tranquilo, no lo hizo.

Acaricié su alma al tocarle el rostro para consolarlo. No sé si realmente se le podría llamar consuelo, pero al menos no tendría que preocuparme por un embarazo.

ㅡ¿No lo hizo? Pero él...

Sí, era lo que se podía pensar al ver a Nil con los pantalones abajo cuando Andrew entró a rescatarme. Pero no lo hizo. No así.

ㅡNo ㅡvolví a rectificar.

Debió darse cuenta de que mi mente comenzó a traer a colación los detalles de ese hecho. Me apretó más con él tratando de hacerme olvidar; ninguno de los dos tenía la menor idea de qué hacer. El tiempo se agotaba y mi ansiedad crecía conforme pasaban los segundos: me quedaría sola y no contaba con ninguna excusa creíble que pudiera esquivar el tema de mamá y papá.

El verdadero dolor o, mejor dicho, vacío, se presentó cuando al despertar de un breve sueño Andrew ya no estaba conmigo. El sol ya había salido por completo y Andrew cumplió con su promesa de quedarse hasta el amanecer, por más que yo lo quisiera no lo iba a tener todo el tiempo conmigo para protegerme.

Si desde antes me sentía como un fantasma vagando por mi habitación, en ese instante me sentía como nada. Estar encerrada de nuevo ya era bastante sospecha para mis padres, así que no dudaba en que en cualquier momento mamá entraría y me vería en aquella deplorable situación.

Esa sensación de quererme arrancar la piel para dejar de sentirme repugnante me hacía temblar y picar el cuerpo. Mi ser y mi cuerpo habían sido profanados que no importaba la cantidad de veces que me tallara el cuerpo en el baño, las huellas de ese narcisista estaban aferrados a mi dermis para siempre. Era como un tatuaje, algo imborrable.

38 Días ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora