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TODOS LOS DÍAS DESDE QUE la dieron de alta en San Mungo transcurrieron de la misma manera: Dione encerrada en su habitación del caldero chorreante, acurrucada en su cama y sintiéndose extremadamente vacía. La única razón por la que no había sido consumida por sus pensamientos era Tom, el dueño del bar, quien la obligaba a darse una ducha y se aseguraba de que bajara a comer las tres comidas del día.
Ese mañana no inicio de manera diferente. Dione se dio un baño para disimular sus ojos hinchados y evitar preguntas si alguien la veía con aspecto andrajoso. Salió de su cuarto y bajo las escaleras. Tom habia memorizado su horario por lo que la esperaba con su desayuno ya listo. Cuando la vio llegar la animó para qué se apurará, siempre se había sentido incómoda por lo atento que era con ella. No podía evitar pensar que la única razón de su amabilidad era debido a que le debía un favor a Dumbledore o porque el propio Dumbledore se lo había pedido.
—Buenos días —murmuró mientras se sentaba en la barra.
—Buenos días, Dione —le sonrió. Tom casi no tenía dientes, lo que no lo hacía la vista más agradable. — Aquí tienes el menú de hoy: unas tostadas francesas con fruta picada ¿Qué prefieres de bebida?
—Gracias —le dio un bocado a la comida. — ¿Podrías servirme café? Por favor.
—Todavía eres menor, no sé si sea la mejor idea que empieces a tomar café desde ya.
—Se le puede echar leche —sugirió con esperanza. Tom lo dudo, pero al final lo preparó.
—Pero que no se te haga costumbre, no quiero que desarrolles alguna clase de adicción a la cafeína —se lo dio —Bueno, ¿Tienes algún plan para hoy?
Tom siempre le hacía la misma pregunta, y Dione siempre le daba la misma respuesta: nada. Desde que salió de San Mungo, se había sentido así, solo queriendo dejarse ser, con un sentimiento inexplicable pero doloroso en su pecho y con muchas ganas de llorar.
—Me quedaré en el cuarto.
—¿Es así? —farfulló decepcionado. Parecía genuinamente preocupado de qué no hiciera algo diferente, pero al final lo dio para mejor. —Bueno, con ese prófugo de Azkaban suelto, es mejor que estés en la calle lo menos posible.
Dione levantó la cabeza asombrada. Su papá le había hablado de Azkaban; era la prisión más famosa de todo el mundo mágico. Se decía que, gracias a que la custodiaban dementores era imposible escapar de ella. Pero eso ya no era cierto ¿Había empezado a tener fallas de seguridad con el tiempo?
—¿Quién escapó?
—Vamos, niña, ¡no te hagas la loca! ¿No lo sabes? ¡Quién más sino Sirius Black! Ese desgraciado...
