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—... FÍJESE, SEÑOR MINISTRO: contra todas las normas del colegio... después de todas las precauciones que se han tomado para protegerlo... Fuera de los límites permitidos, en plena noche, en compañía de un licántropo y un asesino... y tengo indicios de que también ha visitado Hogsmeade, pese a la prohibición.
—Bien, bien..., ya veremos, Snape. El muchacho ha sido travieso, sin duda.
Dione tenía los ojos entreabiertos mientras yacía de lado en la camilla, apenas vislumbrando la mesita a su lado. Escuchaba las palabras del profesor Snape, las cosas que le decía al primer ministro. No podía creer el montón de mentiras que salían de su boca, acusando a Sirius de encantarlos, inventando sin ningún escrúpulo para su beneficio.
—Lo que más me sorprende es el comportamiento de los dementores... ¿Realmente no sospecha qué pudo ser lo que los hizo retroceder; Snape?
¿Dementores? ¿En qué momento?
—No, señor ministro. Cuando llegué, volvían a sus posiciones, en las entradas.
—Extraordinario. Y sin embargo, Black, Harry y la chica...
—Todos estaban inconscientes cuando llegué allí. Até y amordacé a Black, hice aparecer por arte de magia unas camillas y los traje a todos al castillo.
Elevó la mirada y divisó a Hermione recostada en la camilla junto a la suya, de espaldas. Percibió un leve movimiento en su brazo, también estaba despierta.
—¡Ah, estás despierto! —dijo Madame Pomfrey con voz animada.
Dione se incorporó al escucharla y observó cómo dejaba el chocolate en la mesilla de Harry, comenzando luego a trocearlo meticulosamente con un pequeño martillo.
—¿Cómo está Ron? —preguntaron al mismo tiempo Hermione, Dione y Harry.
—Sobrevivirá —dijo Madame Pomfrey con seriedad—. En cuanto a ustedes tres, permaneceran aquí hasta que yo esté bien segura de que estan... ¿Qué haces, Potter?
Harry estaba tratando de levantarse.
—Tengo que ver al director —explicó.
—Potter —dijo con dulzura la Madame Pomfrey—, todo se ha solucionado. Han cogido a Black. Lo han encerrado arriba. Los dementores le darán el Beso en cualquier momento.
—¿QUÉ?
Harry saltó de la cama. Hermione hizo lo mismo. Dione miró horrorizada a la mujer. El grito de Harry se había oído en el pasillo de fuera. Un segundo después, entraron en la enfermería Cornelius Fudge y Snape.