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DIONE ESPERÓ IMPACIENTE A qué llegará el día del partido. El mal clima que hubo los días previos casi causa que le diera un ataque nervioso, tenía el constante miedo de que lo cancelaran por las lluvias; para su alivió, no lo hicieron. Durante ese tiempo, escuchó teorías absurdas sobre cómo Sirius Black se había metido al castillo. Incluso había oído a una chica de Hufflepuff asegurar que Sirius podía transformarse en un arbusto florido. A pesar de todas las teorías, nadie parecía considerar que Sirius podría ser un animago, Dione supo que debió ser porque Sirius no se había registrado ante el Ministerio de Magia, lo que le permitía evadir el seguimiento y a escapar de Azkaban.
El día del partido entre Gryffindor y Hufflepuff, Dione tuvo que disculparse varías veces con Luna e inventar que estaba repleta de tareas para justificar que no fuera con ella al estadio. La chica no se molestó, pero sí pareció algo decepcionada. Una vez estuvo sola, se dirigió a las cocinas y llenó una maleta con la comida que los elfos le ofrecieron: pan, frutas, comida enlatada y carné. Luego, cargó la maleta en su espalda. Cuando estaba a punto de irse a los pasillos del castillo, se encontró a uno de los gemelos.
—¿Lista para ver un espectáculo? —le preguntó Fred. —Vamos a hacer polvo a Hufflepuff.
—Pues...
—¡No me digas que los apoyas! —jadeó, indignado —No pensé que fueras de las que prefiere la apariencia sobre la amistad.
—¿Cómo? —pregunto confundida —No, no estoy apoyando a nadie. No soy fan del quidditch.
Fred la miró horrorizado.
—No sé si eso es peor... ¿Así que no planeas ir?
—No, tengo tareas —mintió. Mostró la maleta, como si allí cargará los libros.
—Las tareas pueden esperar. Además, estoy seguro de que cuando nos veas jugar a George y a mí, amaras el quidditch.
—No sabía que jugaban.
—¿No te lo habíamos dicho? —rio —Bueno, ya tienes una razón para dejar las tareas a un lado: ver a los mejores golpeadores del colegio. —dijo con orgullo.
—Lo siento —se negó, apenada —realmente tengo algo que hacer.
Fred intento persuadirla durante más tiempo, pero cuando fue la hora de que él fuera a los vestidores y no logró convencer a Dione, bufo:
—Que sepas que te arrepentiras... Al menos deséanos suerte.
—Suerte —dijo Dione. Fred sonrió.
—Le diré a George que dijiste que nos comprarás unas cervezas de mantequilla si ganamos —Dione abrió la boca para quejarse, pero la interrumpió —¡Adiós, Dione! —y se fue.
