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DIONE HABÍA PASADO LOS últimos meses en un estado de indiferencia hacia cualquier cosa que ocurría en el colegio. No se inmutó cuando un chico de su casa perdió un montón de puntos para Ravenclaw por entrar en la sección prohibida de la biblioteca, ni cuando a los de tercer año le asignaron una gran cantidad de deberes para las vacaciones de Semana Santa. Simplemente dejo que las cosas fluyesen, sin emocionarse ni preocuparse. Sin embargo, hubo algo de lo que no pudo pasar desapercibida: la final de Quidditch. Dione nunca había tenido la intención de ir a ese partido, incluso los gemelos Weasley habían sacado tiempo de sus entrenamientos para insistirle que fuera, pero Dione ya ni se molestaba por darles excusas, simplemente se alejaba en cuanto los veía.
Dione tenía planeada una buena sesión de llanto aprovechando que sus compañeras no iban a estar, pero no contó con un pequeño detalle. En la mañana del partido, cuando ya tenía el cuarto para ella sola, Luna apareció en su puerta con camisetas hechas a mano, con un león rondando por toda la tela, unas pinturas de color rojo y dorado, y unas pancartas que ponían «LA COPA PARA LOS LEONES». Luna se veía tan emocionada por la final y por tener a alguien con quien ir a ver el partido que, aunque Dione se negó a que le pintara la cara, no pudo negarse al resto.
Con la camisa que le dió Luna y una pancarta en apoyo a Gryffindor, Dione se sentó por primera vez en ese año en las gradas. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas rojas y carteles como los que Luna había hecho.
La rubia miró a Dione con sus ojos saltones y apretó su mano con emoción.
—¡Mira, ahí vienen!
—¡Y aquí llegan los de Gryffindor! —dijo Lee Jordan, comentarista y amigo de los gemelos. La voz de Lee fue ahogados por los abucheos de la casa de Slytherin—. ¡Y ahora entra en el terreno de juego el equipo de Slytherin, encabezado por su capitán Flint! Ha hecho algunos cambios en la alineación y parece inclinarse más por el tamaño que por la destreza. —Dione lo observó, sorprendida por su evidente favoritismo.
A la señal de la señora Hooch, los capitanes de ambos equipos se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza.
—¡Monten en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres... dos... uno...
El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce escobas. Dione no sabía nada de quidditch, pero eso no importó mucho, porque Luna estuvo allí para ayudarla a entender.
—Buen trabajo con la bludger por parte de George Weasley. Warrington deja caer el quaffle Lo coge Johnson. Gryffindor vuelve a tenerlo. Vamos, Angelina. Un bonito quiebro a Montagne. ¡Agáchate, Angelina, eso es una bludger! ¡HA MARCADO! ¡DIEZ A CERO PARA GRYFFINDOR!
