⊷⊶⊷⊷⊶⊷《 4 》⊷⊶⊷⊷⊶⊷

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Jennie

“Vinimos a darte placer toda la noche”

No puedo negar la oleada de lujuria que experimenté al oír esas palabras. Fui incapaz de rechazar la oferta.

Aunque... más que una oferta había sido una demanda, y tal vez, esa era la razón por la que estaba nerviosa.

—Ruby ¿estás bien? —Roscoe preguntó, mirando a Lisa, quien probablemente le había dicho alguna mierda sobre la razón de mi renuncia.

Rosé gruñó al escuchar mi nombre artístico.

—Estoy bien, pero me tengo que ir.—

Levanté una mano en un gesto para tranquilizarlo y evitar su acercamiento. Lo último que necesitaba era un altercado entre dos lobas hormonalmente excitadas que defendían a su pareja aún sin reclamar y el dueño del club nudista y sus gorilas.

Posé una mano en el pecho de Rosé, para susurrarle al oído, aunque no era necesario que me acercara para que ella escuchara, incluso con la música a todo volumen.

–—Si ustedes dos hacen una escena, yo no voy a ninguna parte —advertí, aunque sabíamos que fácilmente podían cargarme al hombro y llevarme.

Esa era la parte que me asustaba.

Encontrarlos aquí, lejos de otros como nosotras, significaba que no tenían a nadie que respondiera por ellas, nadie que los conociera. Especialmente si eran de otra manada, Doyeon se había revelado como un ejecutor el otoño pasado, pues su trabajo de proteger a los integrantes de la manada era un duro recordatorio de que en nuestro mundo también existían vándalos y malechores. Al salir del club, no tendría a nadie que me protegiera de ellas de ser necesario.

La mirada nerviosa de Rosé al escuchar mis palabras me relajó un poco. Se había tomado mi amenaza en serio o me había tomado en serio a mí, de cualquier modo.

Me puso un brazo alrededor de la cintura e intentó fruncir el ceño.

—Lamentamos las molestias, pero Ruby no regresará.

—¿Estás segura de estas dos? —Roscoe me preguntó. A pesar de todo, era un hombre decente.

Tragué saliva. Debería estar a salvo con ellos. Al ser su compañera, ellas deberían estar preparadas para protegerme y proveerme. Aunque, eso no cambiaba que fueran unas gilipollas prepotentes durante el proceso.

Después de todo, solo estaban informándonos a mí y a mi jefe que dejaba el trabajo. Sin mencionar las nalgadas que me habían hecho llegar al orgasmo en primer lugar. Por supuesto, había disfrutado mucho de eso.
Ese pensamiento me hizo mojar. Aun más.

Las fosas nasales de Rosé se abrieron como si pudiera oler mi excitación.

—Sí —me las arreglé para decir, sonando ligeramente sin aliento—. Estoy a salvo.

Roscoe no parecía convencido, así que le mostré una sonrisa culposa.

—Lo siento. Solo voy a buscar mis cosas.

—Si te vas, no te pagaré el turno de esta noche —dijo Roscoe.

—No le hables así... —Lisa empezó, pero Rosé se interpuso—. No hay problema.

No era un problema para ella. Dudaba que ella tuviera facturas que no pudiera pagar. Necesitaba el dinero, pero sabía que no me dejarían volver al escenario sin pensar en desatar una pelea en bar.

—Iré a limpiar mi casillero —dije rápidamente, escapando al baño de damas que también servía de vestidor para las bailarinas de Hoedown.

No me molesté en cambiarme de ropa, tampoco me detuve a pensar si era porque no quería ponerme un nuevo par de bragas después de que mi nuevo dominante compañero me hubiera despojado de las últimas y me ordenara que me quedara desnuda. Era algo que no podía evitar, la obediencia estaba en mi naturaleza. Cogí mi bolso y la bolsa de ropa de mi casillero y me encontré con ellas en la puerta.

𝐃𝐈𝐒𝐎𝐁𝐄𝐃𝐈𝐄𝐍𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora