⊷⊶⊷⊷⊶⊷《 5 》⊷⊶⊷⊷⊶⊷

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Lisa

Necesito probarla— gruñí lamiéndome los labios.

Rosé y yo habíamos compartido mujeres antes, pero esta vez me resultaba muy difícil definirlo como alfa.

El camino de regreso fue exasperante, pues el aroma de excitación de nuestra bella omega que empapaba el asiento del coche me tenía más dura que una piedra y casi perdiendo la cabeza por la necesidad de reclamarla. Especialmente al verla con esa pequeña falda a cuadros que ni siquiera le cubría el culo al sentarse, lo cual significaba que ese coño desnudo y mojado se presionaba contra el asiento.

Además de ver la forma en que su pequeña blusa abierta me permitía deleitarme con sus pechos, no era de extrañar que me hubiera aparcado a un lado de la carretera para tomarla antes de llegar a su modesta casa finalmente.

Rosé la tomó de cara a mí, dentro de la sala de estar. El espacio era tan reducido... que la sala de estar, el comedor y la cocina eran todo un mismo lugar. Ella comenzó a quitarle lentamente la blusa.

—¿Estás bien, pequeña omega? —Tomó sus dos pechos desnudos, pasando los pulgares por los pezones.

—Sí, alfa. —Su voz era apenas un susurro, sumergida en el mismo deseo que nosotras, mientras dejaba caer la cabeza.

Alfa oh, mierda.

No tenía ni idea de lo que esa palabra dichas de su boca producía en mí, aunque encajaba perfectamente. Rosé y yo éramos dominantes y protectoras. Deseábamos cuidar y proveer a nuestra pequeña loba.

Más que bien. Me tenía reventando los vaqueros.

Rosé bajó la cremallera de la falda y la diminuta prenda cayó al suelo para unirse a la parte superior.

Los ojos me cambiaron de color para agudizar la visión, nuestra compañera estaba completamente desnuda ante nosotras con unas sexys rodilleras y los tacones de colegiala. Joder, era impresionante.

—Nunca dejaremos que otro vea lo que es nuestro —gruñí con la sensación de posesividad cernida a la garganta, comencé a quitarme la camisa.

Noté que ella no estaba de acuerdo con lo que le había dicho, incluso se había mordido los labios para no decir palabra, lo que hizo que mi lobo aullara.

Rosé también lo notó.

Continuó estimulando los pezones, poniendo la boca cerca de su oreja.

—Ahora te proveeremos. No tendrás que volver a esas andanzas para ganar dinero nunca más.

Ella levantó la barbilla enderezando su postura e hizo que los pechos llenaran las palmas de Rosé.

—Tal vez me apetezca ir allí y bailar.
Sus ojos cambiaron a ámbar.

—No más desnudarse. —No creí que fuera su intención, pero el tono alfa inundaban sus palabras.

Las rodillas de Jennie flaquearon, incluso mi cuerpo reaccionó al mando, y me congelé en el lugar. Antes de que sus rodillas tocaran el suelo, Rosé la tomó en brazos y la llevó al colchón.

—Lo siento, kitty, te quiero de rodillas, pero quiero que lo hagas porque así lo deseas

—Dinos que no te desnudarás más, así no tendremos que volver allí y quemar el lugar y sacarle los ojos a todos los gilipollas que te hayan visto.

Rosé se instaló con Jennie en su regazo. La tiró hacia atrás, así que ella se apoyó en su pecho con las rodillas a horcajadas sobre los muslos de ella hacia afuera. Tomó sus muñecas y se las puso detrás de la cabeza, empujando sus pechos hacia arriba para que yo pudiera lamerlos.

𝐃𝐈𝐒𝐎𝐁𝐄𝐃𝐈𝐄𝐍𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora