⊷⊶⊷⊷⊶⊷《 12 》⊷⊶⊷⊷⊶⊷

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Jennie

Lisa continuó azotándome, luego me abrió las piernas y me dio cinco palmaditas picantes en mi deseoso sexo.

Gemí con Rosé en la boca, quien me tiró del cabello para llevar mi mirada a la suya, la miré con las pestañas entornadas; mi sexo hormigueaba por algo más que solo azotes.

La boca de Lisa era ahora solo una línea delgada y tenía los tendones del cuello tensos.

Entendí que se estaba conteniendo, y yo ya no quería eso, miré a Lisa, quien ahora estaba quitándosela ropa.

Arrodillada entre ellas, metí un dedo en mi boca, lo lamí y lo pasé por el centro de mi cuerpo hasta llegar a mi coño. Bajando los hombros hasta el suelo, coloqué la otra mano contra mi trasero, metiendo mi dedo medio en mi entrada trasera.

—Follenme, háganme suya.

Ambas gruñeron, bajo y profundo, y pensé que me tomarían en ese momento, pero Lisa se subió a la cama conmigo, me tomó en sus brazos y me besó, sus manos vagaban por mi cuerpo, y sentí que otro par se unía. Dos pares de manos me tocaban, me acariciaban, jugaban con mis senos, bajando hasta mi vagina, recalcando cada centímetro de mí, aprendiendo cada recoveco, cada lugar que me hacía gemir y desear, todo mientras Lisa me sostenía; sus toques eran demasiado y no suficientes, todo al mismo tiempo.

—¡Por favor! —jadeé.

—No más condones —dijo Lisa con la voz ronca, miré sus ojos, oscurecidos por el deseo, y vi allí todas las promesas que habían dicho en voz alta.

—No más—repitió Rosé, besándome a lo largo del cuello—. Hoy tendrás nuestras mordeduras en tu cuello, y nuestro semen en tu vientre.

Eso debía ser lo más excitante que había oído nunca, gemí.

—¡Toménme! ¡Haganme suya!

—Recuerda, gatita, reclamamos a nuestra omega al mismo tiempo —dijo Rosé—Tu coño es mío.

—Y yo tendré tu trasero —añadió Lisa—Esta noche nos tendrás dentro de ti al igual que nuestros dientes.

Estaba tan excitada… Era increíble.

Nunca antes había considerado estar con dos al mismo tiempo, pero ahora, era lo único en lo que podía pensar, las necesitaba, a ellas, las dos me reclamarían al mismo tiempo, como si yo fuera la unión de todo, nos haríamos una familia, un trío que nunca podría ser separado.

—¡Por favor! —supliqué.

—¡Qué sonido tan bonito! —Rosé se dejó caer en la cama con la cabeza en la almohada, ni siquiera había notado cuándo se había quitado la ropa; se veía tan fuerte, tan potente con esa extrema erección perpendicular al abdomen, tumbada allí.

Me lamí los labios, pues su sabor aún permanecía en mi lengua, la quería de vuelta en la boca, pero lo quería más en mi sexo mojado, desnuda.

Me hizo señas con un dedo.

—Arrástrate hacia mí, pequeña vaquera, sube y llévate mi polla a dar una vuelta.

No necesitaba que me lo dijera dos veces; comencé a moverme, poniéndome a horcajadas sobre sus caderas, d rodillas sobre ella, tomé su erección, pasando su glande lentamente por la humedad de los labios internos de mi vagina, hasta que la cabeza de su polla estuvo en mi entrada, y bajé.

—Demonios, me encanta ver cómo entra en ti—Lisa deslizó una mano sobre mi trasero, como si no pudiera resistirse.

Tomé todo de Rosé, luego puse las manos en su pecho y empecé a montarla, subiendo y bajando, al ritmo de mi placer, me dejaron tomar las riendas por no sé cuánto tiempo, pero entonces, Rosé me tomó desde la parte de atrás del cuello y me bajó para darme un beso, mis senos presionaban su pecho, mientras ella abría sus piernas, extendiendo las mías cada vez más.

𝐃𝐈𝐒𝐎𝐁𝐄𝐃𝐈𝐄𝐍𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora