Capitulo 1

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El calor era insoportable ese Verano en  Wellsdon. Las granjas trabajaban sin descanso, temiendo que los altos funcionarios del reino Cromnustano, fueran a buscar sus tributos. Las cosechas eran poco abundantes ya que el pueblo atravesó una larga temporada de sequía, que había matado gran cantidad de animales y cultivos.

Warren Kandler, un joven de diecisiete años, ayudaba a su madre. Era hijo único y no tenía padre. , estaba a punto de heredar la granja familiar. Sin embargo, eso no le convencía del todo, su sueño era montar Caballos de carreras, porque esa adrenalina lo hacía sentirse libre.

Los años de trabajo lo habían hecho forjar un cuerpo fuerte y resistente. Estaba usando una horquilla, para levantar alfalfa cuando escucho a lo lejos las veloces pisadas de un corcel.

Pudo espiar y vio el estandarte del reino Cromnustano, junto a uno de los enviados, acompañado de sus amenazantes guardias.

Por la bronca al oír como trataban su madre, hundió su horquilla en el suelo, a menudo había visto la injusticia con la que se manejaban, se ensañaban mucho con las mujeres y los ancianos, todo el pueblo les tenía temor y nadie los enfrentaba.

Su vecino, era un hombre fornido que se dedicaba a la caza y la recolección de leña. Cuando tocaron a su puerta, los atendió una joven llamada Trinhei, de la misma edad que Warren.

Ella no se dejaba amedrentar tan fácil y les sostenía la mirada con firmeza, agarró el comunicado y lo arrugó en sus manos, provocando la ira de uno de los guardias, quien bajó de su montura, para darle una bofetada por su descaro. Ella se quedó apretando los dientes y recibiendo el castigo sin chistar, antes de volver al interior de su vivienda.

Warren era analfabeto, apenas podía escribir, pero no podía leer, su madre era la que se encargaba de esas tareas, su léxico era limitado, pero le permitía comprender las cosas importantes.

—¿Cuánto va a ser está vez? —le preguntó a su madre, cabizbajo.

—La mitad de nuestros animales y cosechas. Pero quieren que cumplamos sus exigencias, es imposible que logremos juntar eso en tres meses.

—¿Y los abuelos? —sonriendo nostálgico. —A lo mejor podemos pedirles ayuda, el abuelo puede darnos algo que podamos usar para intercambiar o cubrir el resto del tributo.

—No los quiero molestar, ya están grandes.

—Pero no es tan lejos, a parte hace meses que no los vemos.

—Con más razón, si no vinieron a visitarnos, deben estar ocupados, ya sabés que tu abuelo es el erudito de la familia.

—¿Y no te parece qué es mejor usar eso a nuestro favor?

—Aja, podríamos, pero hoy no, tal vez mañana o pasado.

Warren se puso feliz, de que le dieran permiso de ir a visitar a sus abuelos, tenía los mejores recuerdos junto a ellos. A parte la cabalgata lo despejaría de las exhaustivas y aburridas sesiones de trabajo. Ellos eran los padres de su madre, nunca había tenido contacto con su familia paterna, solo los había visto en dos ocasiones, cuando era muy niño y cuando su padre fue asesinado.

La abuela, era una mujer cariñosa, con espectaculares habilidades en la cocina, siempre se sorprendió porque la casa de ellos, estaba abarrotada de libros, su abuelo era un lector empedernido, pasaba horas en su cuarto de trabajo, lugar donde nunca le habían permitido ingresar, por los peligrosos gases y sustancias con las que trabajaba. Su otra pasión era comprar e intercambiar antigüedades, a veces las restauraba y conseguía buenas sumas de dinero por ellas.

A pesar de que su madre no quería que se fuera tan rápido, Warren se apresuró a empacar, más allá de los problemas que pudieran tener con los funcionarios del reino, sus buenos recuerdos le dieron ganas de volver a encontrarse con sus abuelos y pasar algunos días en su casa. Antes de cerrar su bolso de viaje, abrió un pequeño cofre y sacó una daga que había sido de su padre, esperaba no tener que llegar a usarla , pero era mejor tenerla por si acaso.

El extraño pasatiempo del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora