Capitulo 8

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Las criaturas no se detuvieron cuando vieron a Bian. avanzaron sin vacilar desde todos los flancos. Lo rodearon, mirándolo con una expresión de deseo, como si estuvieran a punto de darse un gran festín.

—¿Van a comerme?

No hubo palabras, solo el castañeo de los dientes de los esqueletos y algunos sonidos guturales. Al sentir como las manos huesudas entraban en contacto con su piel, el joven gritó desgarradoramente. Cerrando los ojos instintivamente mientras se cubría y escuchaba como sus compañeros lograban cruzar la puerta.

Se puso a pensar en las últimas palabras que les había dicho a Warren y Delphiane. 

Empezó a recordar, que cuando era niño, quería ser un héroe. Él y su hermano eran huérfanos y desde muy pequeño se acostumbró a deambular por las calles. Le gustaba escabullirse sigilosamente bajo las ventanas de algunas casas, para poder oír las historias que algunas madres les contaban a otros niños de su edad. Le costaba hacer amistades, porque los de la clase alta lo veían mal. Una de esas noches, vio que las puertas de un almacén, estaban entreabiertas, se acercó con sus pies ligeros y pudo ver unos criminales, saqueando el local. Intentó detenerlos, pero los delincuentes se burlaron. Lo engañaron y le dijeron que eran amigos del dueño, llevándolo a una de las habitaciones donde guardaban mercadería y trabando la puerta. Los guardias llegaron más tarde y no le creyeron  su inocencia. Lo acusaron y abofetearon a pesar de que era un niño.  

Su hermano lo regañó, diciéndole que tuviera cuidado con quienes se juntaba o con lo que le decían. En otra ocasión, pudo ver un lujoso carruaje, vio que de allí bajaba un caballero de brillante armadura. La gente de la clase alta lo felicitaba, con inocencia y fascinación se acercó, pero el Caballero lo ignoró y le ordenó a uno de sus ayudantes, que alejaran al pequeño Bian y a cualquier otro niño de la calle, del lugar. Eso empezó a destruir sus ilusiones y le hizo crecer un gran resentimiento. Su hermano empezó a enseñarle las reglas de la calle, dándole herramientas para que empezara a valerse por si mismo, dejando de creer en héroes, demostrándole lo desigual e injusto que era el mundo donde vivian.


Mientras, seguía enfocado en sus pensamientos, Bian empezó a reír nervioso. Sabia que estaba solo y nadie iba a rescatarlo, sintió que había hecho una estupidez , pero algo de esperanza empezó a crecer en su interior, al ver como una de las criaturas que tenía aspecto momificado golpeaba a uno de los esqueletos. Eso le resultó extraño y no podía creer que se estuviera armando una pequeña revuelta entre las distintas facciones de muertos vivientes.

Escuchó el sonido de los huesos cayendo al suelo y al ver un hueco, empezó a arrastrarse para alejarse de sus enemigos.

Avanzó alrededor de medio metro, pero sintió un pestilente y amarillento hueso en su cuello, mientras que sus manos eran inmovilizadas por algo duro. Sintió un golpe seco y quedo confundido, mientras lo arrastraban, pudo ver que lo llevaban al borde de un osario y sintió como lo empujaban dentro. Perdiendo la consciencia al instante.

Su cuerpo cayo en medio de huesos y cenizas. Sintiendo como los bichos se le subían al cuerpo y como era rodeado por un cumulo de mala energía. Algunas almas en pena se materializaron y abofetearon a Bian. El joven despertó dando un grito de tormento. Y con una mala sensación en las entrañas. Con sus brazos inmovilizados pudo acomodarse y ver que un orbe azul, adoptaba una forma humanoide ,notando que parecía comandar a los zombis y esqueletos.

Sintiendo pánico, buscó formas de escapar de ese nauseabundo pozo, pero no tenia forma de escalar.

Vio como la figura humanoide se sumergía bajo tierra y volvió a sentir como todo se ponía helado. Escuchando el sonido de huesos roídos entre afilados dientes.

El extraño pasatiempo del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora