Capitulo 2

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Warren corrió por  los escalones sin mirar a su abuela, no entendía como ella había terminado en ese estado. Deseaba que todo  fuera un mal sueño y despertar lo más pronto posible en su casa, la noche anterior. Cada escalón parecía más alto que cuando bajó. Los sonidos de su abuela eran escalofriantes y casi que podía sentirla exhalar un pútrido y gélido aliento en su espalda. Estaba cerca de alcanzar la salida de la trampilla, pero su pie trastabillo y cayó golpeándose la frente. La lámpara que sostenía en su mano, se hizo añicos y se hizo una fea quemadura. Notando que un poco del aceite había caído en sus pantalones y se estaban quemando. La abuela solo observaba y se quedaba inmóvil al ver los bruscos movimientos que  hacía su nieto para apagar las llamas .

Cuando pudo terminar de apagarse, se puso de pie con dificultad y salió a la superficie, se dio cuenta que su abuela lo ignoraba y volvía a bajar. Cerró la puerta ,con un esfuerzo descomunal, ignorando el dolor  y empujó la mesa de trabajo para sellar la trampilla. Mareado se dio cuenta que la temperatura de la habitación, lentamente volvía a la normalidad y que las ratas desataban sus colas y correteaban sin rumbo .

En ese momento, recordó que su abuelo siempre le trataba las heridas o quemaduras con un ungüento especial, Intentó buscarlo, dándose cuenta que el resto de la casa no estaba en tan mal estado, observando objetos que parecían de oro o cosas que parecían reliquias antiguas, sin duda uno de ellos lo ayudarían a pagar su deuda, pudo encontrar en una habitación un montón de estantes, con distintas etiquetas, pero por la oscuridad y su analfabetismo no pudo identificar el que buscaba.

Fue hacia la puerta y se acurrucó junto a su caballo, despertándose por los rayos del sol y tras desamarrar con dificultad a su montura, se puso a vagar por aquella villa sin nombre.

A esa hora de la mañana, las cosas recién estaban empezando, los comerciantes abrían sus puertas, o las tabernas se encargaban de echar a los últimos borrachos de la noche. Nunca había hecho amigos en ese lugar, pero recordaba que en la parte más céntrica había una posada y ese era el mejor lugar para poder obtener un poco de ayuda, según su abuelo.

Se metió en un callejón, para acortar camino y pudo ver una gran cantidad de pordioseros durmiendo y como ese lugar apestaba a orina, algunos lo insultaban por caminar junto al caballo o le pedían monedas, pero al salir escuchó un silbido y sintió una fuerte mano en su espalda.

—De acá no salís sin pagar.

—No tengo  para pagar. —observando que la figura estaba encapuchada y tenía un arma de hoja curva en su cintura.

—Podes darme el caballo, o vaciar tu bolsa, no mientas. —La voz era juvenil a pesar del tamaño del sujeto y al notar que desenvainaba, el también hizo lo mismo y empuño con fuerza el arma de su padre.

La postura del ladrón era intimidante, pero ninguno de los dos se animaba a hacer el primer movimiento, Warren no era bueno peleando,  nunca lo había hecho. La mano derecha le dolía  y cambio el agarre a su izquierda, haciendo el primer movimiento, pero el corpulento criminal, lo evadió con una sorprendente agilidad para su tamaño y contratacó.

El golpe fue limpio pero el peso del arma y los pasos del atacante tenían un ritmo distinto, haciéndole fallar. En ese momento el campesino vio su oportunidad y blandió su daga, tratando de ir por el flanco izquierdo, pero el agarre fue flojo  y la empuñadura se le soltó. El criminal empezó a reír y saltó para agarrar la daga, notando que se sentía bien en sus manos ,volviendo a amenazar a Warren.

—Dame todas tus cosas o te dejo como un queso. —

El campesino obedeció y le entrego su bolso  sin titubear. El delincuente sacó una pequeña esfera y la lanzó contra en suelo, haciendo que una cortina de humo lo rodeara y le diera tiempo de huir.

El extraño pasatiempo del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora