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NO SÉ SI han tenido el tipo de mañana en el que define como te irá el resto del día, el cielo amanece nublado, aunque ya es nuestro clima habitual aquí en Londres pero hay un peor tiempo por la insistente lluvia y que sea un día de escuela no pued...

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NO SÉ SI han tenido el tipo de mañana en el que define como te irá el resto del día, el cielo amanece nublado, aunque ya es nuestro clima habitual aquí en Londres pero hay un peor tiempo por la insistente lluvia y que sea un día de escuela no puede mejorarlo mucho.

He cumplido los dieciséis años y lo único emocionante que he hecho en mi vida ha sido terminar un maratón en segundo lugar y eso fue hace cinco años. Volviendo al tema de la mañana, apenas salgo de mi habitación mi madre maldice porque nos hemos quedado sin gas.

—Creo que tendremos que dejar los wafles para mañana, cielo —dice apenada por no haber previsto que se acabaría—. Puedo prepárate un tazón de cereal, si no es problema.

—Está bien mamá, cereal será, tampoco tenía mucho apetito.

Su cara muestra algo de alivio, tampoco es que sea una hija exigente, mi mamá es perfeccionista. Nunca he presentado un problema para ella, pues siempre me he mantenido en control incluso parece emocionarse cada vez que acepto salir con mis amigos, si fuera por ella incluso me arreglaría los planes. Lástima que saliese un poco más perezosa.

Tengo que tomar la sombrilla de la vasija en la entrada de la puerta principal antes de salir de casa con el uniforme puesto y la mochila a mis espaldas. Los AirPods me cuelgan en la muñeca gracias al llavero que le conseguí y salgo de la casa ignorando las ventiscas de lluvia que me golpean el rostro.

Hoy debo dejar a un lado los «impulsos de idiotez» tanto como pueda, petición de mi madre. Aunque el apodo que le hemos puesto no significa que inhiba algo de lo que es su verdadera naturaleza. Mientras que otras madres estarían felices de vender a sus hijos a algunas agencias y recibir una jugosa paga por ello, mi madre es la excepción a esa regla.

Desde siempre he intentado mantener a raya mi don, ocultándolo de mi propia familia para que yo pudiera llevar una infancia normal sin alguna clase de trauma, pero ocultar el don es como quitarle esa parte emocional a la vida de quien lo porta, aquello que lo salva de arriesgarse de forma imprudente y de lo que puede considerarse como «diversión». Mi vida se ha vuelto monótona con el paso de los años, aunque mi madre y yo lo notamos que sea parte de una agencia o que cumpliera con mi entrenamiento nunca, nunca sería parte de nuestros planes.

Así que los «impulsos de idiotez» no son otra cosa más que saber controlar mi don, algo bastante complicado teniendo en cuanto que lo que más desarrollado tenía era el tacto. Debía ser muy cuidadosa al tocar las cosas, por eso mi rutina es repetitiva, para evitarlos.

El mismo autobús a la misma hora, con el mismo asiento mirando a la ventana, también si puedo evitar tocar a la gente que no conozco (los objetos que llevan encima) me llevaría pocas sorpresas. Bajo en la siguiente parada y camino hasta el portón de la universidad, apenas comencé a cursar el segundo cuatrimestre de una carrera (adelantada por uno año a falta de cosas que hacer), así que es el mismo salón, con los mismos compañeros y en el mismo espacio de mesa para poder evitar el uso inconsciente de mi don.

𝐋𝐎𝐂𝐊𝐖𝐎𝐎𝐃 & 𝐂𝐨 & 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐀𝐍𝐍𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora