EL ESTRUENDO cesó de pronto, como si hubieran accionado un interruptor o desenchufado una clavija. Estábamos solos.
El silencio repentino me provocó un escalofrió. Me senté con la espalda apoyada en la piedra tosca, la cabeza alzada, la boca abierta, jadeando, tratando de recuperar el aliento. Notaba el latido del corazón en los oídos. Mi pecho subía y bajaba a trompicones, y cada uno de sus movimientos me resultaba doloroso. A pesar de la absoluta negrura, sabía que los demás estaban despatarrados junto a mí en el estrecho pasadizo. Sus jadeos eran idénticos a los míos.
Habíamos acabado unos encima de los otros, formando una pila. Se respiraba un aire frío y rancio, pero al menos había desaparecido el penetrante olor a sangre.
—George—lo llamé, con voz ronca—, ¿estás bien?
—No. Alguien está presionándome un pie con su trasero.
Escuché un resoplido de parte de Lucy y un movimiento más.
—Me refería al plasma... ¿Dónde te ha caído?
—Ah. Sí, gracias. No ha llegado a la mano, aunque me parece que el abrigo está para tirar.
—Me alegro—dijo Lucy—, es un abrigo espantoso. ¿Quién tiene una linterna? He perdido la mía.
—Yo también—dijo Lockwood.
—Yo tengo. — George encendió la suya.
La luz de la linterna nunca te favorece precisamente. Bajo el crudo repentino resplandor, Lockwood y yo nos vimos sentados muy juntos y me di cuenta de forma vergonzosa que había estado sosteniendo su mano. Él también lo noto, pero no hizo nada por cambiar la posición sin mostrarse incomodo. George tenía una mancha de un verde blancuzco en el brazo, en el lugar en el que el plasma lo había alcanzado. Humeaba, igual que el estoque que descansaba sobre las rodillas de Lucy, el plasma también le había salpicada las botas y las mallas.
Como un milagro, Lockwood parecía haberse librado de lo peor. Llevaba el abrigo ligeramente manchado y una gota de plasma le había calcinado la punta del mechón que le caía sobre los ojos. Sin embargo, mientras que George tenía el rostro encendido, el suyo había empalidecido; mientras que George, Lucy y yo jadeábamos, gruñíamos y nos convulsionábamos en el suelo, él estaba tranquilo y quieto, esperando recuperar una respiración acompasada. Me dieron ganas de golpearlo o algo para que se viese igual de desgastado que nosotros. Se había quitado las gafas y sus ojos oscuros brillaban. Apretaba los dientes. Enseguida comprendí que había relegado sus emociones a lo más hondo de sí mismo, las había templado y endurecido. Vi algo en su expresión que no había visto nunca.
—Bueno, por el momento, ya ha pasado—dijo.
George dirigió la linterna hacia la parte interior de la entrada secreta. Segundos antes, unos densos regueros de sangre resbalaban por ella. En esos momentos, la madera estaba seca, polvorienta y no tenía manchas. No había ninguna indicación de que hubiera ocurrido algo. Si hubiéramos regresado a la habitación vacía, seguro que también la habríamos encontrado seca y limpia. Aunque desde luego no pensábamos entrar de nuevo en un futuro próximo.
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𝐋𝐎𝐂𝐊𝐖𝐎𝐎𝐃 & 𝐂𝐨 & 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐀𝐍𝐍𝐄
Fanfiction𝐋𝐎𝐒 𝐕𝐈𝐒𝐈𝐓𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒. 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝐈 𝐌arianne nunca ha hecho nada que le ponga los pelos de punta, su vida se reduce a estar en la escuela e ir a la universidad, aunque tiene un don que la haría ser l...