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ACADEMIA A

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ACADEMIA A. J. LOCKWOOD, INVESTIGADORES.
DE NOCHE, TOQUE LA CAMPANA Y ESPERE AL OTRO LADO DE LA LÍNEA DE HIERRO.






EN LA MAÑANA de un miércoles en Portland Row con número 35 cuando Lucy y Anthony acababan de llegar hace unas horas y estaban devastados, demacrados y abatidos en la mesa del comedor con George preparando unos emparedados y murmurando un «ojalá se atoren, todo ese los sucede porque nunca esperan la información» el timbre se escuchó.

—¿Esperamos clientes? — pregunta Lockwood mientras se rasca la parte de atrás de su cabello—. No quiero atender a ninguno si llegan a decir que escuchan «llantos de niños», la vez pasada fueron simplemente gatos.

—Iré a revisar — dijo Lucy poniéndose de pie a pesar de que sus talones le dolían de estar corriendo durante toda la noche buscando la Fuente dentro de un gran parque. Llegó al pasillo deseando regresar y desayunar, tomar un baño caliente y dormir.

—Hola, Lucy.

—¡Marianne! — exclamó ella cuando abre por completo la puerta y su cansancio pasa a segundo plano mientras la invita a pasar —. ¿Cómo...?

Marianne le extiende el volante mientras avanza guiada por Lucy hacia la cocina.

—Demasiado directo, me parece.

—¿Quién era Lucy? — pregunta Anthony que esta de espaldas a las chicas, totalmente desparramado sobre la mesa apenas moviendo la mano para cortar algunas uvas del frutero —. ¿Otro cliente aburrido?

Marianne le pide a George (a quien había conocido unos días anteriores en una de sus casuales visitas a la hemeroteca), con señas que guardara silencio a pesar de su rostro de asombro detrás de las gafas y fingió leer el periódico.

—El terminó correcto sería recluta a aspirante de agente junior con una aburrida vida universitaria y don excepcional, señor Lockwood.

Lockwood se reincorpora rápidamente y voltea en dirección de la voz.

—¡Viniste! George me debes diez libras— se pone de pie tan pronto como Marianne deja el volante en la mesa totalmente rayada —. ¿Ya has decidido?

—Hay algo que no entiendo, señor Lockwood.

—Oh, puedes decirme solo Lockwood o Anthony, pero Tony no, de esa forma tendría que reconsiderar mi propuesta.

—¿Por qué no Tony?
—¿Tony? Mire, señorita Miller. Puedes llamarme como quieras, siempre que sea Lockwood o Anthony. Tony no, por favor, ni Ant. Y si alguna vez me llamas Gran A me temo que no me quedará más remedio que expulsarte de mí academia.

—Eh... ¿De verdad que alguien te ha llamado Gran A? —pregunté.

—Mi primera ayudante. No duró mucho.

Me sonrió. Le devolví la sonrisa y dejé salir un suspiro a la par que dejaba caer la mochila cerca del marco de la puerta en dirección al pasillo, la casa es oscura de no ser por la ventana cerca del lava vajilla y aunque es grande y en un sitio bien ubicado tiene aquella facha de estar un poco vieja. Aún llevo puesta la bata de laboratorio con la que salí de casa y con la que todavía debo ir a clases, así que meto las manos dentro de los bolsillos.

𝐋𝐎𝐂𝐊𝐖𝐎𝐎𝐃 & 𝐂𝐨 & 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐀𝐍𝐍𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora