03: Enjoyado

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Heeseung despertó con los ánimos por los suelos

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Heeseung despertó con los ánimos por los suelos.

Su cabeza dolía y su cuerpo se sentía como si un camión le hubiese pasado por encima. No estaba exagerando.

Le tomó un par de minutos asimilar que no se encontraba en la cama de su departamento, y que eso significa que tampoco estaba en la residencia de la universidad. Intentó calmar los nervios que empezaban a consumirlo y la ansiedad que le daba vida a sus taquicardias. Cerró los ojos un par de segundos y volvió a abrirlos solo para asumir que realmente estaba ahí.

Estaba en la casa de su padre.

Su lobo gruñó en su interior, exigiéndole irse. A ninguno le gustaba estar en ese lugar, ¿pero qué podía hacer? Ni siquiera debía tratar de abrir la puerta para saber que estaba cerrada con seguro. Era su propia habitación, en la que había crecido cuando era un cachorro, pero desde que cumplió la mayoría de edad, tan solo se sentía como estar en una celda.

Aunque en sus planes solo estaba lamentarse por tener una vida tan miserable, se vio interrumpido cuando la puerta fue abierta con lentitud, dejando ver a una joven beta que hacía una reverencia frente a él.

—Joven Lee, veo que despertó. Sus padres me han dicho que desean verlo en el comedor para tomar el desayuno. —Informó sin mirarlo a los ojos.

—¿Están aquí? ¿Ambos? —Inquirió sin creerlo del todo. Había olvidado la última vez que sus padres estuvieron juntos, cuando eso sucedía, no eran buenas noticias.

—Así es. Por favor, tome una ducha y baje en cuanto pueda. —Sin añadir más, salió de su habitación, escuchando cómo añadían la llave a la cerradura para volver a encerrarlo.

Respiró profundo, a su lado estaba un vaso con agua y una píldora, se negaba a tomarla, si sus padres estaban ahí, no quería ni imaginarse lo que podría contener esa pastilla. Incluso beber el agua se sentía riesgoso.

Lee Seungmin y Lee Sunghye no se parecían en nada más que en el horrible carácter que habían forjado con el paso del tiempo, siendo cada vez peor con el pasar de los años. Ellos no se metían en las cosas que hacía, simplemente daban órdenes y él cumplía. No existían preguntas acerca de su estado de ánimo, sus sueños o anhelos. Ni siquiera había rastro de esencia a hogar cuando volvía de la escuela. Había crecido solo y lo más cercano una figura materna, había sido la madre de la beta que le anunció la presencia de sus progenitores. Ella había fallecido hace un año, sin tiempo para despedirse porque lo habían obligado a asistir a una universidad lejana.

Recordar todo lo que había sufrido a lo largo de su crecimiento tan solo le provocaba náuseas y ganas de marcharse. No tenía idea de qué estaba haciendo ahí, o por qué sus padres querían verlo cuando habían prometido que no se interpondrían en su camino una vez empezara la carrera. Es lo mínimo que podrían hacer por su hijo luego de decidir todo por él, sin detenerse a preguntarse si era lo que realmente quería.

A TUS PIES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora