CAPÍTULO 8

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-Hola amor.- Estaba sentada en el sofá y la abracé por la espalda y giró la cabeza para mirarme. Me dio un beso.

-Hey. Una cosa... Cómo has entrado en mi casa?

-La puerta estaba abierta de par en par.

-¿No he cerrado?

-Pues no.- me empecé a reír y me miró con cara de que me iba a matar. Se levantó y cerró la puerta.

- Quieres subir a mi cuarto? Me hace ilusión que lo veas.

-Claro.

Me cogió de la mano y subimos las escaleras. Entramos en su cuarto y me fijé que era más grande incluso que el mío. Vi que tenía un arco y una bolsa con varias flechas colgados de la pared.

-¿Practicas tiro con arco?

-Practicaba. Ya casi no voy a la zona de entrenamiento.

-Es muy bonito el arco.

-Gracias. Me encantaba. Sentía la fuerza, y algunas veces, me concentraba en divisar la flecha a cámara lenta. No sé explicar bien lo que se siente. Pero era cómo una liberación. Era como ver a un pájaro volar libre que puede hacer cualquier cosa. Era un sueño. Eso sí, tengo unos cardenales hermosos de darme con la sin querer al soltar la flecha.

-¿Cardenales?

-Sí. Hasta que le pillé el truco, me daba muchas veces. Mira como se me ha quedado ahora.- Se levantó la manga de la camiseta y puede ver varias marcas moradas por parte del brazo.

-¿Y no te duelen?

-Ya no.

Vi que tenía un piano eléctrico. Esta chica hacía de todo. Baile, tiro con arco, tocar el piano...

-Y también tocas el piano

-Es de mi madre. Me dio algunas clases, pero no sé tocarlo muy bien. Me gustaría aprender a tocarlo, o la guitarra.

-Hagamos un trato. Yo te enseño a tocar la guitarra, si tu me enseñas a bailar. Aunque sea un baile para una canción lenta.

-Umm... trato hecho. Tengo una guitarra de mi hermana.

-Pues ya podemos empezar si quieres.

-¡Bien!

Estuve toda la tarde enseñándola a tocar la guitarra. Me encantaba su cara de concentración. Era ridícula y cada vez que la ponía, no podía evitar sonreír. Se mordía la lengua y cuando se equivocaba de nota, entronaba los ojos y ponía una mueca de asco. Era divertido verla.

Al terminar, me enseñó como bailar. Sonaba música lenta, y estaba pegada a mí. Llegó el momento en que ya me sabía los pasos y apoyó su cabeza en mi hombro y yo la mía en su cabeza. La escena era preciosa. Era de las escenas que ves en las películas.

-Aria, ¿Te puedo pregunta una cosa?

-Dime.

-¿Tu padre donde vive? Si no me lo quieres contar todavía, lo entenderé y no te voy a presionar.

-Mira Dylan, mi padre murió hace cinco años.

Me quedé callado. ¿Cómo podía haber sido tan idiota de preguntarlo?

-Lo, lo siento mucho Aria. No tenía ni idea.

-Gracias y, no te preocupes, algún día te lo contaría de todos modos.

Hubo un gran silencia durante varios minutos, hasta que volvió a hablar. Estaba llorando.

-Lo siento, es que... le recuerdo y es muy duro.

-No te preocupes pequeña. Lo entiendo y nunca te avergüences por llorar. Voy a estar siempre aquí, contigo.

Empezó a sollozar y estuvo a punto de caerse de golpe, pero la sujeté y me senté en el suelo despacio con ella.

-No puedo con esto Dylan. Hay veces en que me derrumbó y no lo puedo evitar. No puedo llevar este peso yo sola. Mi madre desde que pasó, no ha vuelto a ser la misma. No ha vuelto a sonreír y, mi hermana, Cristina, cuando pasó se marchó de casa con su novio, y nunca más la he vuelto a ver. Tenía 18 años y yo 11.

-No estás sola, me tienes a mí amor. No quiero verte llorar, por que si tú te derrumbas, yo también me derrumbo.

Comenzó a llorar más y más. A mí se me caían las lagrimas por verla así y no saber que hacer. Estuvimos así minutos, tal vez una hora.

-Siento todo esto.

-No digas eso. Hey mírame.- Le cogí cariñosamente los mofletes entre mis manos y la miré a los ojos. Nunca olvides que te quiero, y que estaré siempre aquí.

-¿Me lo prometes?

-Te lo prometo.

Nos quedamos abrazos todo el tiempo. Se levantó y me condujo a la cama. Nos echamos y se acurrucó contra mí.

-¿Te gustaría venir otro día a casa y conocer a mis padres y a mis hermanos?

-Por supuesto.

Life's DanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora