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Al despertar al día siguiente, Lalisa sintió unas enormes ganas de vomitar que la consumieron. Su cuerpo se sentía pesado y los ojos le dolían.

Caminar al lavado se quitaba de entre todas sus opciones. Arrastrarse hasta el baño que quedaba cerca de la estancia, también perdía oportunidad como una elección, cuando uno de sus pies se posó sobre el piso de su habitación. Además, de seguro, su madre la golpearía hasta recordarle que el alcohol, en cualquier cantidad, la desmorona.

No obstante, esa mañana, las cosas decidieron comportarse escalofriantemente diferentes.

—¡Lalisa por los cielos!, ¿sigues dormida? —dice su madre, casi a gritos, abriéndose paso por la habitación, mientras deja caer sus pies en la fría madera, con mucha fuerza.

Lalisa a su vez, se queja en voz alta al instante en que siente las manos de su madre hacer contacto con su piel. Su calor corporal la arropa, y por un momento piensa que la arrullará, pero al final, esta, termina obligándola a levantarse, aun entre quejidos, mientras en el camino hacia el baño, los ojos comienzan a distinguir formas y colores. Y Lalisa está segura que ha vuelto a nacer.

—Lávate la cara rápido y ven a comer. Preparé Haejangguk, así que no te entretengas —Sentencia y Lalisa en automático le obedece.

El agua del grifo que le salpica la cara, está fría, por lo que el sueño se le evapora y pronto puede ser consciente de sí misma, y en donde se encuentra. Sus ojos observan directamente hacia el espejo frente a ella y su reflejo le asusta.

—Wow, me veo de la verga.

—¡Lalisa! —es lo que escucha, cuando la puerta del baño es nuevamente abierta a uno de sus costados. No causándole sorpresa alguno, cuando sabe que quien está gritando es su madre.

—Mamá... —le dice en reclamo—, ¿estás escuchando otra vez, desde la puerta?

—¿Aún no has terminado? Llevas horas, metida aquí dentro.

—¿En serio? —preguntó Lalisa, un poco escéptica.

—Ven a sentarte.

Arrastrada por su madre, Lalisa caminó hasta sentarse en la mesa de la estancia, donde su padre la recibió con una gran sonrisa y dos platos de sopa caliente.

—¿Dormiste bien? —le pregunta él.

—Eso creo.

—Llegaste muy tarde anoche —comenta, de la nada—. ¿Jennie te trajo?

—No. Tomé un taxi —responde, concentrando sus sentidos en el plato frente a sus ojos, mientras con la mano toma una gran cucharada de caldo y se lo mete a la boca.

Está ardiendo, así que, de inmediato, lo escupe.

—¡Lalisa! —vuelve a regañarle, su madre—. Ten más cuidado, acabo de servirla en el plato.

—Está bien, Myeong-suk. Debe estar aún dormida —dice su padre a su favor, secando su rostro con un pequeño pañuelo, mientras su madre limpia la mesa—, necesita tomarse un momento.

—Lo que Lalisa necesita es tomar rápido la sopa, eso la despertará.

—El Haejangguk está muy caliente, la niña podría quemarse.

Lalisa quería decirle a su padre que para eso era muy tarde, pero el ardor en su lengua la tenía entretenida, su voz, escuchándose apenas como un quejido, mientras intentaba mermar el dolor con su saliva.

—Son las once de la mañana, llegaremos tarde.

Eso sí, la hizo reaccionar.

—¿A dónde vamos? —pronuncia de forma perezosa en cuanto lo escucha. Alzando la cabeza hacia sus padres, cuando al hablar, ambos se callan—. Dijiste que llegaríamos tarde.

ECHOES OF YOUR SOUL ﹁  Jjk-LlmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora