Creo que el lado masculino ha muerto, aunque me temo que nunca ha existido. Todo era negación auto-infligida hacia mi propio cuerpo que culminaba en la tergiversación de mi comportamiento. Recibir halagos en masculino era agradable, pero supongo que solo se siente agradable ante la noción ochentera de la supuesta superioridad masculina, que no es mas que una construcción social diseñada para separar al hombre de su cuerpo y consumir a la mujer como un producto degradante o enfermo, que solo puede ser digno de admiración cuando se posee al igual que los campeones poseen un premio.
Pero no me hagas caso, solo hablo desde la burbuja blindada de mi propia experiencia. Aunque a veces la tinta del lapicero que pinchaba incansablemente dicha burbuja dejó una que otra mancha que, hasta este momento, me estoy preocupando por borrar. Se vuelve interesante todo cuando te das cuenta que tu personalidad ha nacido de la humillación y el rechazo hacia tu propio cuerpo, como ponerte una lupa pegada al ojo y señalarte uno a uno los defectos con el dedo. El concepto de mujer se limita a más de diez mandamientos que, incluso ahora, es difícil identificar. Todo es discutible o cuestionable pero, ¿cómo hablar en femenino cuando solo pensamos en masculino cuando se conjugan los verbos en plural?
Una mujer no sabe lo que debe ir dentro de su burbuja hoy en día, los límites se desdibujan. Todo está borroso. El camino siempre ha sido borroso pero ahora parece serlo más, de forma más evidente. Como un puñetazo en la cara, ¡zap!, y de repente todo está dando vueltas y eres incapaz de identificar la derecha de la izquierda. Y quisiera hablarte de esto con rimas mas bellas pero no me sale así porque lo he vivido de una forma poco estética. ¿Cómo traducir en sutilezas las puñaladas que te ha dado la realidad? Supongo que la sociedad solo te enseña a ocultar los golpes hasta que las cicatrices se vuelvan invisibles, por eso cuando las hallas y las miras parecen algo irreal.
De todas formas, no estoy tratando de sacarte de tu caverna. Ni siquiera sé con quién estoy hablando, si contigo o con otra versión de la percepción de eso que está empezando a sentirse como mío. Porque, sí, a pesar de todo quiero tratar de seguir siendo andrógino al manipular las conjugaciones de palabras, distorsionando las líneas entre el rosado y el celeste solamente con mi escasa honestidad. Ojalá no te confundas, siempre han sido incoherentes mis ideas; hasta en eso carezco de propósito todavía. En fin, ¿de qué estaba hablando y por cuál parte iba?
Ah, cierto. Las vivencias en femenino parecían ser las mas escasas; sin embargo, eran las que mas profundidad tenían durante mi monocromática línea de tiempo. Creo que solo las ignoraba porque no me quería identificar con seres que, superficialmente y en una versión mas o menos general, siempre me han parecido patéticos. La noción de lo femenino como algo débil siempre me ha parecido patético, por eso traté consciente y durante sueños lúcidos cumplir con la mayor parte de estereotipos masculinos que estuvieran a mi alcance sin hundir irremediablemente mi mediocre imagen mental.
La alerta roja del "¿quién soy?" chillaba de forma constante casi todos los días. La incomodidad en los zapatos de tacón era solo un recordatorio sexista de que este cuerpo, a veces, no parecía mío. Yo no quería que fuera mío. Lo veía al espejo, ese de cuerpo completo que está pegado a la puerta corrediza del closet, dentro del cuarto que en realidad no es mi cuarto, y me daban ganas de vomitar. "Kilómetros y kilómetros de piel", pero era incapaz de reconocerlo como una responsabilidad de la que tenía que hacerme cargo mas temprano que tarde. (Vaya, cuantas palabras repetidas...). Entonces me refugiaba en el rechazo, usando el celular, al ser este lo mas cercano a una escapatoria viable en mi rutina plagada de monotonía.
Hermafrodita, transexual, bigénero, asexual. Ninguna etiqueta aplicaba conmigo quizás porque no quería caber en ningún lugar. Digo, si ser parte de alguna de esas consonantes interminables que acompañan al colectivo arcoíris está de moda, al tiempo que va en contra del sistema y representa un problema social, ¿por qué habría de conformarme con ser un adolescente cisgénero heterosexual?
Mi forma de ver el mundo siempre ha sido de una muñequita de sala latinoamericana con economía de clase media sin ganas de portar banderas en marchas por la igualdad. Y sí, puedes culparme, puedes culparme por tener prejuicios pero, al fin y al cabo, ¿quién no los tiene? Quizás si eso no cuenta como un argumento válido, míralo como mi forma de decir que todos los seres humanos son capaces de cambiar. Pero eso suena a una cutre frase motivacional y mi orgullo me impide decirlo de forma directa, jódete.
En fin, que detesto las palabras cambio y empoderamiento, así como detesto el exceso de queísmos y más en este mediocre escrito. Mas no me queda de otra, cuando me da por escribir mis vainas carentes de coherencia o sentido discernible, prefiero pensar que los límites no existen. Como podrás ver, esta era mi confesión escrita acerca de cómo acepté, lenta y dolorosamente, la vagina ineludible que hay entre mis piernas, en el hemisferio inferior que, incluso ahora, todavía aborrezco por mas que el clítoris me provea de placer cuando lo masajeo.
¿Está bien si digo en la posdata innecesaria de esto que me resulta vergonzoso hablar de masturbación cuando lo escrito es innegablemente personal? El beneficio de refugiarme en sutilezas usando como capa mi condición biológica de fémina es algo que no me desagrada del todo. Incluso el uso de algo trivial como eso me resulta confuso. Podría usar palabras alarmantemente directas y crudas como muestra de mi rebeldía, pero si se trata de demostrar honestidad prefiero irme por las ramas y justificar mis acciones porque el miedo de ser mal interpretada sigue ahí, incluso ahora...
¿Lo ves? Idioteces como esa me hacen pensar que soy indudablemente una cisgénero que rechaza todo, ya sea por mera rebeldía u orgullo. Mi existencia simula ser una contradicción constante porque, parece que a pesar de todo, disfruto del conflicto generado por los roces de fricción que sacan chispas según la combinación y el tono de mis palabras. Todo es un dilema, creo que sobreanalizo pendejadas.
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Antropomórfica
PoetryNo puedo transmutar la materia porque no soy un alquimista. Por eso plasmo la esencia de mi cuerpo y mente de forma poéticamente incorrecta, porque no es necesario usar filtros cuando la realidad te perfora el alma hasta hacerte sangrar. Dolor, rabi...