Capítulo 24: La Hora De La Verdad.

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⚠️Aviso: Este capítulo contiene escenas fuertes sobre el suicidio y violencia, si eres sensible por favor salta este capítulo, gracias ⚠️

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Observé la caja de oro, recorriendo con la yema de los dedos la cerradura, intentando adivinar que podría utilizar para finalmente abrirla, pero nada que se me ocurría parecía lo suficientemente bueno como para conseguirlo.

En aquel pequeño instante, estaba tan sumida en mis pensamientos y en mis posibilidades, que no noté el crujido de la puerta hasta que fue demasiado tarde.

De un momento a otro, encontré mi crimen expuesto a ojos ajenos.

-Dios santo- Soltó la persona que había interrumpido mi soledad. Me levanté de golpe, dejando caer la caja sobre el camastro... ¿Realmente pensaba que esconderla me ayudaría? Aquella persona ya la había visto, y, muy probablemente, ya estaba informada del robo- Poché- la voz sorprendida, pero a la vez maternal, de Lina, volvió a sacarme de mis pensamientos.

-No... no es lo que parece- Alcancé a pronunciar. Mi voz temblorosa solo ayudó a delatarme aún más.

-¿Es esa...?- Hizo una pausa, invitándome a confesar mi crimen, aunque yo, aún en shock, preferí mantenerme en silencio- ¿Es esa la caja que buscan por doquier los oficiales del barco?

Si tenía alguna duda de que esa vez si me habían encontrado con las manos en la masa, aquella pregunta de Lina había confirmado mis sospechas. Asentí, a sabiendas de que era favorable inclinarse hacia la verdad de ahí en adelante.

-Todo tiene una explicación, Lina- le aseguré. La mujer frunció el ceño.

-Esperemos que sea una buena, o tendré que alertar a los oficiales. Mi familia y yo somos pobres, pero honrados, el robo no esta entre nuestras costumbres- Aseguró, su voz se escuchaba más severa que minutos antes.

Hasta ese instante no pensé en Lina como algo mas que mi compañera de camarote, pero, tras descubrirme, tuve que confiar en ella mas de lo que me gustaría.

Al principio, fui narrando mi explicación con pocos detalles, pero, a medida que avanzaba, me olvidaba de con quien hablaba, dejando así mi deseo de confesarle a alguien lo que mi interior guardaba apoderarse de mi, dando por resultado aquel sin fin de palabras que narraron mi vida desde el primer recuerdo que tenía hasta el minuto en que Lina abrió la puerta del camarote, descubriéndome con un articulo robado entre las manos, por supuesto, en mi relato, no pudo faltar mi experiencia con Daniela, cual nombre no mencioné, pues no quería exponerla.

Tras finalizar mi discurso, Lina se dejó caer en su camastro, en silencio. La observé unos instantes, a la espera de su veredicto. ¿Me creería con derecho a apoderarme de la caja? ¿O condenaría mis acciones? Y, por sobre todas las cosas ¿Pondría el grito en el cielo tras descubrir mis sentimientos por una mujer?

Leaving PortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora