Capítulo 25: La Verdad de Antonina.

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Aquello no tenía ningún sentido

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Aquello no tenía ningún sentido.

Mi mente daba vueltas intentando buscar una explicación coherente para lo que había descubierto.

¿Que hacia Claire junto a Los Duques?

¿Porqué una mujer de la altura de la duquesa se preocupaba por mantener bajo llave una foto suya y otra de Claire junto a ella y su marido?

Me llevé las manos a la cabeza, frustrada.

Necesitaba respuestas, y estaba harta de esperar para obtenerlas.

Salí del camarote decidida a enfrentar lo que sea que se interpusiese en mi camino hacia esas respuestas que tanto precisaba.

Apuré el paso lo más posible, sin importar cuántas personas tuviera que empujar fuera del camino, ni cuánto esto pudiera molestarles.

Pronto, alcancé la entrada que unía Primera Clase con Tercera, la cual estaba custodiada por vigilantes. Esto no suponía un problema para mi. Con toda la confianza del mundo, me dirigí a la puerta de cristal con una falsa sonrisa dibujada en mi rostro, pero pronto, ambos vigilantes detuvieron mi paso.

-Esta zona no está disponible para pasajeros de tercera clase- Anunció uno de ellos. Fruncí el ceño.

-Tal vez no le recuerde, soy pasajera de tercera clase pero trabajo para la Srta. Daniela Calle, pasajera de primera- Aclaré. El hombre me observó de arriba a abajo, antes de dejar escapar una carcajada sarcástica.

-La Srta. Calle nos informó personalmente de que había prescindido de sus servicios- Anunció el segundo vigilante- Además- continuó- pidió expresamente que no se le permitiera la entrada.

Maldije para mis adentros, intentando convencerme a mi misma de que Daniela lo había echo para asegurarse de que cumpliría nuestra promesa, o, al menos, de que sería fácil cumplirla si no podía llegar hasta ella. Asentí, derrotada, pero a sabiendas de que no había nada que pudiera decir o hacer para convencerles de permitirme el paso.

Me dejé caer en el banco cercano a la puerta, donde podía observar a las personas pasar de un lado a otro tras esta, continuando con sus vidas, mientras yo no sabía cómo conseguir continuar con la mía.

Hasta que, por suerte o casualidad, vi pasar a quien necesitaba para encontrar mis respuestas.

-¡Duquesa Antonina!- Grité a pleno pulmón; supongo que debí de haber soñado desesperada, pues la mujer se detuvo al instante, y se giró hacia mi con el ceño fruncido- Necesito hablar con usted- La mujer levantó una ceja, probablemente molesta por la interrupción; sabia que debía dejarle caer algo sobre el tema a tratar si deseaba captar su atención- Sobre la caja desaparecida.

Eso fue suficiente.

Sentí su mirada de horror clavarse en mi, al tiempo que se dirigía a los vigilantes.

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