8.- Cha Cha Cha

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Las notas musicales, son mágicas, tan bellas cuando salen de algún instrumento bien ejecutado por los maravillosos artistas con gran ingenio que hacen que puedan formar una melodia agradable, con todo y ensayos duros para hacer que sus obras lleguen a oídos, que son apreciados por pocos, no era culpa de los receptores que la música también hubiera cambiado a una menos apropiada, a comparación de las que eran dulces y ayudaban con la serotonina.

Ao'nung era de esas pocas personas que hacían su maravilloso arte, y que lo más que necesitaba, era una guitarra o ukelele que expresaran las notas de sus emociones.

Josean Log - Doma, esa era la canción del momento, llevaba toda la mañana encerrado escuchándola, la letra tenía mucho que ver con la situación actual de ambos, e iba así, que bien que se la sabía el Metkayina.

Muero por saber, el desenlace de esta trama. Comienza a anochecer, y el corazón va al descubierto... —cantaba en su mente para luego cantar en voz alta la mejor parte—. Debo interpretar tus gritos, tus llamadas, tus caricias entre cortadas, y tus arranques de pasión~

Vaya tontrron, que era mas ciego que un topo para ver que sí cantaba así, era porque se sentía mal de que Neteyam estuviera enojado con él, tenía que hacer algo, y rápido, o esa amistad caería bien en picada.

Paró el reproductor que emitía los temas, y con cuidado, revivió entre sus cosas. Un ukelele pequeño, que aprendió a tocar de niño también, aquel mini Ao'nung con sus manitas lastimadas por las cuerdas sin rendirse, ahora lo dominaba muy bien. Pegó un chillido de emoción, si Neteyam no lo oía con palabras, lo oiría con amor.

Se asomó por su ventana abierta, alimentando un poco antes a las palomitas, si se quedaban le daban más confianza para empezar a...

—Dame de tu vida y de tu tiempo... —tocó su ukelele hacia la ventana abierta de Neteyam adornada por cortinas blancas—, suficientes para ver, dentro de tus ojos el momento. Que me obligué a renacer, dame vida y dame aliento, que yo ya perdí el conocimiento, solo quedate un momento, hasta evaporarnos en el viento, no hay motivo para decirnos adiós tan pronto. Sigo vivo, creelo mi amor no soy tan tonto.~ Si tú quisieras esta noche ir a bailar, un cha cha cha... Yo te puedo enamorar... ~ —cantaba con más y más fuerza para que el Sully lo oyera.

Pero nunca respondió a su intento de "cortejo", cantó mejor de lo que alguien en el mundo lo había oído, sus vibratos perfectos que se oyeron. Las que salían en vez de su amigo, eran las cortinas, voladas por el viento. Se desesperó, y si pudiera, cantaría hasta el próximo amanecer, pero tenía vida propia, y... Se tenía que ir al partido.

§

Ao'nung, cantó para él, en esa voz dolida, pedía perdón por haberle hecho sentir mal, comprendía su lenguaje de sinfonías, música y melodias, sí que lo había oído, pero tenía un poco más de orgullo, porque sus comentarios eran espadas que lo atravesaban en el corazón cuando recordaba aquellas venenosas palabras. Todo un grosero, sólo lo torturaría un poco más hasta que aprendiera.

No olvidó que también él tenía que ir a un lugar para hablar con su jefe Tsu'tey, quien llegó de viaje para nada más darle unas indicaciones sobre su trabajo. Bien perfumado y desayunado, se fué, iba a su deber, aunque vio en el suelo, un plato en rodajas y cubierto de chocolate, también tenía una notita, el copión de Ao'nung. La leyó.

—<<Espero que tengas un buen día, espero igual que me hayas oído, come bien, no supe qué más cocinar o hacer, pero espero te guste, carita feliz.>> —recitó lo que decía la nota, lo último lo escribió en vez de haberla dibujado—. Ao'nung, ¿quién escribe "carita feliz" en vez de dibujarla?

Unos labios sabor a cerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora