19.- Espacio

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En las investigaciones de astronomía, existía el dicho de que algún día los planetas se alinearían y sería en fin del mundo, en la biblia expresaba el apocalipsis, bueno, en cada religión o lugar, se hablaba del fin del mundo de manera diferente, no siendo para uno que otro un tema apto, porque generaba pánico y podían usar hasta el miedo que se generaba en otros como ventaja, y nadie quería eso.

Bien, el miedo de una persona llamada Norm, era que no pudiera tener de nuevo a Neteyam, sus opciones se le agotaron, pues ya no sabía mucho del Sully desde que salió del hospital, aunque llamó a su ex suegra y a otras personas, le negaron saber el paradero del muchacho.

Con su cara toda diaforetica, lanzó a la pared su celular, haciéndolo romperse, la causa era que su amiga Grace le sugirió que si seguía con esas ideas de querer buscar a su amado, debería llamar a la policía y no quería llegar a eso.

—¡No entienden! —se agarró con brusquedad sus cabellos.

El expediente de Neteyam se lo sabía de memoria, porque estuvieron años juntos, incluso sabía lo que debía poner sin tener que revisarlo. Odiaba su residencia, grande pero solitaria, llena de los mejores médicos y enfermeras, como las detestaba, eran inferiores, ella debían de obedecer al médico y nada más, Grace muchas veces lo regañó por hacer de menos el trabajo de ellas, le avisó muchas veces que sin ellas, su trabajo no estaría completo.

Trudy, su amante, salía de la ducha y se apretaba una coleta para sostener unos mechones que salían, ver a Norm así le era más que normal, ella estuvo así una vez por él, pero con recibir aunque fuera un poco de amor del rubio, estaba bien para ella.

—Ya para con eso. Netiam, o Netey-...

—Neteyam. —Norm la interrumpió.

—Ese mocoso, ya debe haber hecho su vida, quien sabe, le debe haber dado su trasero a alguien o no sé. —tomó un shot de tequila.

Con esas palabras, terminó corriendo a Trudy, medio desnuda, pero lo hizo, hasta el taxi le pagó para que se fuera. Norm ocupaba pensar, quería saciar ese antojo de los labios del Sully, y oler su aroma como droga.

—Tal vez, debo alejarme para... Estár en paz...

Era cierto, cuando alguien te alborota el alma, te hace pensar de más, o te deja sin estabilidad emocional, lo mejor que uno puede hacer por su bien, es irse, abandonar cualquier cosa que se relacione con quien extraña, para así, al cabo de un tiempo, si es que se vuelven a ver, se puedan tratar normal.

Sacó un cigarrillo, y fué al patio grande a fumar, había un poco de ruido porque según los rumores, una pareja de hombres se mudaba a la nueva casa de al lado, y lo acomodaban a gusto de los dos, no tenía nada más qué hacer, y se quedó viendo la mudanza hasta que acabara, era un acomodo de unas plantas y arbustos pegados a la reja que separa a los nuevos de los médicos.

Apagó su cigarro y por el clima nublado que anunciaba llover, debía entrar, pero al darse la vuelta, escuchó una risa enérgica que reconoció bien, era...

—Neteyam... —miró para corroborar.

En efecto, era el mencionado, bajaba con unas cajas pequeñas, y reía con alguien que estaba del otro lado de otras cajas, el sujeto salió, dando la cara de un Ao'nung cariñoso con Neteyam, dándose besos mimosos como recién casados.

Lo sospechaba, desde el hospital, por eso el Metkayina se portaba de ese modo con su ex; una llovizna caía, lo que por fin lo metió a casa. Puede que Neteyam y Ao'nung fueran novios, pero el ojiazul nunca sabría cómo se sentían los glúteos de su amado, o esas mejillas pegadas a las suyas, nada de eso lo experimentaria... ¿O sí?, no, Neteyam no era así.

Unos labios sabor a cerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora