Capítulo 20

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Amargo destino
[Capítulo único]


El palacio imperial, también conocido como el palacio Garnet, jamás se había sentido tan desolado como en esos últimos años.

Aunque michos sirvientes caminaran por la zona, limpiando y manteniendo todo en orden, se notaba que algo faltaba.

Si uno pasaba por los pasillos que portaban los cuadros imperiales que se salvaron de la destrucción, podría darse cuenta de como una fina tela oscura los cubría, dejándoles algo difícil poder observar las pinturas.

Más, el que tenía a toda la familia real, retratada en uno inmenso, que cubría casi toda la pared de alto, se encontraba descubierta.

En este se encontraba su emperador de sangre dorada, sentado en un sillón rojizo usando sus ropas reales y teniendo una sutil sonrisa en sus labios, sus cabellos algo largos caían como ríos y sus ojos enjoyados mantenían una expresión serena. Su esposo, el emperador consorte, permanecía a su derecha tomando suavemente su mano, portando unas ropas oscuras con algunos detalles de la familia imperial, dado que representaba a su torre.

El príncipe heredero sonreía con elegancia al lado de su progenitor, manteniéndose casi al centro portando su capa y unas ropas que hacían resaltar sus cabellos oscuros, al igual que su mirada afilada. La primera princesa usaba un bonito vestido rosado con flores que descendían por su lado izquierdo, terminando en varias capas, tomando con cuidado del hombro a su padre, manteniendo una sonrisa encantadora.

A su lado, la segunda princesa usaba un vestido negro que se ceñía a su cuerpo esbelto y sus ojos carmines resaltaban al igual que su cabellera ondulada, usando algunos adornos de mariposa en su cabello.

El último hijo, y el príncipe más pequeño, tomaba la muñeca izquierda de su madre con una expresión neutra y llevando un traje que era cubierto de un lado debido a su capa de mago de la torre.

Quien hubiera pensado, que, tan solo pasando tres meses, aquella imagen se vería arruinada por la codicia de una persona que no esperaban o llegaron a imaginar.

La sangre derramada aquel día de luna roja, los gritos desesperados de los magos que eran consumidos por una gran nube oscura que se cernía sobre todo el imperio de Obelia.

Todo parecía una gran pesadilla, sumando que el trono fue manchado de nueva cuenta.

Los príncipes habían fallecido a causa de Karax, un ser maldito que provenía de la sangre real y que no dudo en lo que hacía a pesar de ser personas inocentes a las que atacaba.

El emperador Orión, asesino con sus propias manos a sus tres hijos mayores y termino siendo atrapado en una especie de bosque por su propio marido; el gran mago de la torre.

Aunque, en realidad, todos lo daban por muerto, dado a qué... no era aquel hombre que sonreía únicamente a sus hijos riendo cuando se lanzaban a abrazarlo o que le dedicaba palabras amorosas, acariciando su vientre con paz y armonía.

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