Capítulo 15

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La joya del emperador maldito

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Las mujeres miraban con preocupación las puertas cerradas de la habitación de su príncipe.

El ruido de cosas rompiéndose junto a los gritos y sollozos resonaban con fuerza, aunque tuvieran de por medio aquellas construcciones de madera.

Aunque no tuvieron tiempo para ir a tratar de calmar la ira del oji joya ante la llegada del emperador, que tenía un rostro completamente serio y denotaba que no deseaba que alguien se le acercara a menos que fuera para morir.

No dudaron en abrirle el paso, dando una profunda reverencia ante la mirada oscura que les dirigió.

Anastacius no le importa ni un mínimo que un jarrón se estrellara a su costado al momento de pasar al interior de la habitación, contemplando el desorden de todo el lugar, siendo el príncipe quien se encontraba en el centro jadeando con fuerza dándole la espalda.

Avanzo hasta quedar a pocos centímetros y lo hizo girar a duras penas por la fuerza que imponía el contrario, quedando sorprendido al ver cómo este tenía una mueca en su rostro, aguantando las ganas de llorar junto al coraje.

Después de todo, el duque Alfierce se atrevió a presentar durante su fiesta de cumpleaños a una señorita de cabellos marrones y ojos enjoyados; la hija del emperador, con su cuñada, Jeanette Magrita.

Los adultos solo observaron con sorpresa a la pequeña que sonreía alegre dando sus saludos a los dos rubios, se notaba a simple vista la emoción de la fémina por al fin estar reunida con sus padres luego de cinco años.

Más no era lo mismo con los dos varones que sobresalían desde la parte superior, observando de forma silenciosa a los tres personajes que llamaron la atención de todos.

El emperador sonrió un poco aceptando a la niña en la familia, pero la mayoría se estremeció por la mirada vacía del más joven, que no dijo nada para retirarse sin importarle que lo miraran por ser el personaje principal de aquella fiesta.

Rumores comenzaron a circular sobre que a la pequeña se le concedió el palacio esmeralda.

— Orión... —hablo suavemente el mayor tratando de tomar su rostro, más fue evitado. — Hijo...

— ¿Qué es esto? ¿Acaso engañaste a mi madre? ¡¿Por qué aceptaste a esa niña como princesa?!

— Si no lo hacía, podría haber sido contraproducente que se mantuviera en la casa Alfierce, la usarían para irse en contra de nosotros.

— ¿Por qué te acostaste con esa mujer desagradable? ¡Siempre me trataba mal!

— Lo siento mucho... —los brazos del más alto lo envolvieron para tratar de calmarlo. — Era necesario para protegerte. No amo a esa niña, tú eres y siempre serás mi hijo más amado.

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