Dulce tentación

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RubirexMonth2021 Día 5: ¡Feliz cumpleaños!
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Dulce tentación

Guillermo aborrecía su cumpleaños, así que a diferencia de las personas que se quedaban despiertas hasta medianoche para ver quien les decía primero "feliz cumpleaños", él se dormía temprano.

Su cumpleaños desde siempre había pasado muy inadvertido. Sus padres vivían trabajando, casi nunca estaban en casa, así que lo felicitaban por mensaje, y su hermano tradicionalmente compraba una pizza y cenaban juntos viendo una película estúpida y bizarra de Netflix. Nunca lo festejaba y muy pocos sabían.

Al despertar no encontró ningún mensaje, probablemente sus padres aún no lo recordaban, o sus asistentes aún no enviaban nada. Vegetta tampoco le había hablado aún, probablemente sumido en el estudio por los exámenes, y no esperaba que nadie más lo recordara.

—Piénsate una película durante las clases, ¿va? Que yo vuelvo en la noche con una grande de pepperoni y Sprite.

—Vale, nos vemos luego, Fargan.

Se bajó del auto y vio a su hermano mayor partir camino a su preparatoria. Era temprano todavía, así que no apuró el paso, se acomodó mejor la correa de la mochila en el hombro y bostezó con sueño. No recordaba exactamente que había soñado, pero había tenido una mala noche. Los dieciséis no eran importantes, así que no esperaba nada nuevo en su día.

Cuando llegó al aula, estaba vacía. Viendo que era el primero en llegar, no se molestó en prender las luces. Caminó a su banco y dejó su mochila colgando de la silla, mientras se acomodaba en la fría silla y se escondía entre sus brazos. Faltaban todavía veinte minutos para que sonara la campana, así que aprovecharía y descansaría la vista.

Habían pasado solo unos minutos, quizás tres, cuando le sacudieron el hombro.

—Willy...

Se quejó bajito pero al final abrió los ojos. Le costó enfocar la vista, pero al hacerlo vio que frente a él estaba Rubius. Parecía cansado, bostezó al segundo de verlo, pero luego se rascó los ojos con una mano y notó que la otra la llevaba escondida detrás de la espalda.

—¿Rub?

Rubén tomando la silla del banco de adelante, se sentó casi a su lado, a su vez apoyó una pequeña caja en la mesa. El nombre "Soft bomb bakery", le llamó la atención. Bajo su atenta y confundida mirada, el castaño abrió la cajita, las paredes de cartón se desplegaron en la mesa, y dejó ver una pequeña tortita marrón, de chocolate, supuso. Sacó desordenadamente una vela de la mochila y un encendedor. La colocó en la torta, la prendió y sonrió.

Una sonrisa que jamás había recibido, emocionada por él y que le hizo latir el corazón. Creyó que explotaría del sonrojo, que se le derritirían las mejillas por el calor que su rostro sentía.

—Feliz cumpleaños, Willy.

Fue un impulso, uno que no supo por qué apareció, pero que llegó a detener. Se incorporó levemente y se inclinó, tomando las mejillas ajenas. Rubén se sonrojó casi al instante, adoptando una expresión consternada, sorprendida. Entonces Guillermo se inclinó y lo besó. Un beso casto y corto, un contacto que duró solo unos segundos y que fue correspondido a pesar de la sorpresa.

No se besaban desde que habían compartido su primer beso. Y a pesar de que eso había pasado hace mucho, casi dos años, y que su amistad había crecido (con algo más que escondían en sus corazones) jamás lo habían repetido. Pero se sintió cómodo, suave, como algo que llevaban tiempo queriendo hacer.

Así que como la primera vez que habían compartido un beso, Rubén se aferró a la camisa de su uniforme, arrugándola, y alargó el contacto. Willy acarició sus mejillas y profundizó el beso, y a pesar de que sus narices se chocaban y sus dientes también, por la falta de experiencia, se separaron para respirar y comenzaron uno nuevo. Se sentía bien, se sentía correcto.

Cuando se separaron la vela ya se había consumido casi por completo, una pequeña llama aún sobreviviendo mientras terminaba de comerse la cera brillante de la vela verde que Rubius había escogido en la tienda. Luego de dejar un pequeño pico en su nariz, el mayor le cantó el feliz cumpleaños. No se lo cantaban hace años, desafinado y entre risas, pero quedó grabado en su corazón.

Cuando las luces se encendieron y entró Samuel al aula, seguido de Lolito y Luzu, junto con compañeros que ignoraba y no formaban parte de su círculo, Rubius ya había corrido a su clase. La torta estaba deliciosa, le habían sacado la cera de la superficie y Rubén le había dejado un tenedor.

—Willy, compañero, feliz cumpleaños. ¿Y esa tortita?—Vegetta se sentó como siempre, en el asiento de adelante luego de despeinarle el cabello. Por primera vez en años, Guillermo sonrió ante las felicitaciones. Manuel y Borja también se acomodaron alrededor.

—Fue un regalo.

De chocolate y mousse, suave, como los labios de Rubén, y dulce, como los únicos dos besos (bueno, cuatro, si se ponían a pensar que una vez terminaban uno, empezaban otro), que habían compartido. Sus amigos le observaron, esperando, probablemente, a que siguiera con el chisme. Willy no volvió a hablar, concentrado en degustar su regalo.

—¿Se puede saber quién te la regaló?

—Alguien.

Willy no quería decirlo, no quería revelarlo. El regalo de Rubén era solo suyo y de nadie más, y nadie tenía porqué enterarse de la felicidad que estrujaba su corazón en ese momento. Era un sentimiento que quería solo para él. Bueno, para él y para el chico que dos aulas más atrás se encontraba sonrojado y sonriendo en su banco, mientras ignoraba completamente las preguntas de Alejandro, que buscaba sacarle porqué estaba sonriendo como estúpido.

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