I: Time.

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«El tiempo se fue, la canción terminó; pensé que tenía algo más que decir.»

En retrospectiva, Severus siempre supo que moriría solo en algún rincón olvidado del mundo. Personas como él, aquellos que no eran los héroes en sus historias, no merecían un final memorable; más bien estaban destinados a desaparecer en silencio. Entonces, al igual que sus congéneres, la muerte de Severus seguramente recibiría la relevancia que merecía: una mención efímera y olvidable; quizá dos líneas escuetas dentro de la novela de otro. Así las cosas, el miedo paralizante que debería estar allí mientras perecía desangrado en La casa de los gritos —porque, por supuesto, incluso el lugar de su muerte tenía que funcionar como una maldita ironía—, se encontraba extrañamente ausente. En su lugar, una amarga resignación lo cobijó ante la perspectiva del inminente final. Su final.

Una muerte miserable para un individuo igual de miserable.

Al menos podía consolarse con que tuvo razón en algo: no viviría para ver los cuarenta.

Era casi anticlimático. Había pensado que estaría asustado cuando el momento llegara, que pelearía con uñas y dientes para sobrevivir; aferrándose a la vida con cada gramo de su ser. Después de todo, sabía que las decisiones tomadas a lo largo de su vida acarrearían una muerte temprana y no estaba dispuesto a irse sin luchar. Sin embargo, cuando el momento llegó y sintió los fríos brazos de la muerte apretarse a su alrededor, se encontró con la triste realidad de que no podía luchar. Corrección, no quería luchar.

Por más que se esforzaba, era incapaz de pensar en una sola razón para seguir existiendo y, la verdad sea dicha, dejo de tener una hace mucho tiempo. Se mantuvo vivo y en pie de lucha por impulso de la costumbre; no era diferente a una gallina sin cabeza que sigue corriendo solo por memoria muscular. La muerte, aquello de lo que tanto huyó, irónicamente ahora se sentía como una recompensa; la terminación de una existencia agotadora y sin propósito. Como la sangre dejando su cuerpo, Severus hizo las paces con la idea de dejar este mundo.

Por supuesto, fue entonces cuando Potter salió de la nada; prácticamente materializándose en el maldito aire, ¡porque Merlín no quiera que alguien esté en problemas y el héroe del mundo mágico no esté allí presente en cuestión de segundos, dispuesto a ayudar!

Potter, el muy santurrón, parecía casi pesaroso; como si no estuviese presenciando la muerte del mortífago que mató a su maestro/figura paterna y además traicionó al bando de la luz, sino la de algún mago inocente que se vio atrapado en una guerra de la que no era partícipe. A pesar de su creciente debilidad, Severus casi se burló en voz alta ante la nobleza insoportable del muchacho. Clásico de San Potter; robarse el momento con benevolencia y magnanimidad vomitiva, dirigida incluso a los enemigos.

Potter. Severus odiaba ese maldito apellido; pero aparentemente no tenía permitido escapar de su sombra incluso mientras moría. Padre e hijo marcaron su infancia y adultez: ambos le arrebataron a Lily, de una forma u otra. Primero James Potter, con su dinero, encanto y popularidad; y luego Harry, casi una copia a carboncillo de su progenitor: el niño que vivió gracias al sacrificio de su madre. La jodida cicatriz producto de esa fatídica noche casi brillaba en la oscuridad, como si se burlara de Severus y los errores que cometió.

Fue la visión de la cicatriz en forma de rayo y el recordatorio de su significado, lo que despertó en él un cierto sentido de propósito; el mismo que pensó, había perecido mucho antes que su cuerpo mortal. Todavía tenía una misión por cumplir.

Con un esfuerzo final, invocó sus recuerdos e instó presurosamente a Potter para que los tomara. No le sorprendió que Granger, quien al parecer todavía era la omnipresente sombra desgreñada de El elegido, reaccionara antes que el chico y conjurara un vial; solo corroboró que la odiosa sabelotodo era el único cerebro funcional dentro del Trío dorado.

Please, let me get what I want (this time) [JEVERUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora