Era viernes y en mi escuela nadie sabía que cumplía años ese día. Nunca tuve un amigo o amiga lo suficientemente cercano como para que lo supieran. En casa mi mamá y mi papá se habían limitado a decirme que debía dar gracias a Dios por permitirme vivir otro año bajo su palabra, manto y protección. Clara y María José me dieron cartas que habían hecho ellas mismas y eso me hizo sentir menos sola, pero no atenuaba de todo el dolor.
No importaba, nada de eso importaba realmente, porque ya estaba acostumbrada al desprecio de todos, a no ser nada para nadie. No importaba porque sabía que en la noche podría ir a "El Cielo", y estaría rodeada de gente que me quería, de personas que se preocupaban por mí.
Me habían comprado un pastel. Desde que la abuela había muerto, nadie me había comprado un pudín de cumpleaños. Era morado, mi color favorito en todo el mundo, y estaba decorado como uno de esos viejos pasteles de quince añera.
Petit había hecho un hermoso vestido del mismo color del pastel para que lo usara esa noche. Tenía un bonito corsé en la parte de arriba y luego caía en una falda con un poco de vuelo. Las mangas eran largas y de un delicado tul morado con algunas aplicaciones en piedras. Lienzo había preparado una peluca con el cabello en hondas naturales y sueltas, la había asegurado en mi cabeza para luego poner una pequeña diadema hecha de las mismas piedras que tenía el vestido. Mi maquillaje era sutil, y hacía que me viera bonita, tan bonita como nunca creí verme.
Llevaba meses vistiéndome con la ropa que me hacía sentir cómoda. En "El Cielo" me había convertido en una especie de hija y hermana pequeña para las chicas, y ellas se habían encargado de vestirme como las mujeres que yo veía en la calle, elegantes y bonitas.
Esa noche no era la primera vez que me veía con peluca, maquillaje y vestido, pero hubo algo en ese instante que me vi al espejo, que me hizo saber que esa era realmente yo. Yo era ella, era Fátima y nadie tenía derecho a decirme lo contrario, nadie podía quitarme lo que yo era sin importar cuanto lo intentaran.
Aun había cosas que sentía que le hacían falta a mi cuerpo, pero Hugo se había encargado de hacerme saber que había chicas con pene y chicos con vagina. Que los senos eran algo que podía tener si quería, o no. Según él, había muchas mujeres bilógicas a las que no les crecían los senos.
Hugo creía que aun tenía mucho tiempo para decidir qué quería hacer con mi cuerpo, pero se aseguraba de hacerme saber que no había nada malo en él, y que yo era una mujer sin importar qué.
Hasta ese momento, no me había cuestionado la necesidad de cambiar nada en mi físico, pero allí de pie, con el vestido tan bonito que Petit había hecho para mí, me di cuenta de que había algo que necesitaba, aunque no pudiera explicar por qué.
— Creo que quiero tener senos — dije con un poco de vergüenza y la voz entre cortada.
— No llores — me amonestó Petit —. Odiarías echar a perder lo hermosa que te ves con lágrimas — sentí que su voz flaqueaba.
— Bien, si eso es lo que quieres, las tendrás — Lienzo me abrazó por detrás mirando nuestros reflejos en el espejo —. Pero ahora eres menor de edad, y será necesario que esperes hasta que cumplas dieciocho ¿Crees que puedas esperar?
Asentí ferozmente.
— Entonces tendrás todos estos años para pensarlo bien, para informarte y asegurarte que es lo que realmente quieres — me sonrió mostrando todos sus dientes —. Pero quiero que sepas, que con o sin ellas, eres una chica realmente hermosa.
— Mientras tanto — interrumpió Petit —, tengo algo que podría servir.
Se alejó un momento de donde estábamos Lienzo y yo, y fue hasta el armario donde solían guardar algunas cosas para sus espectáculos. Cuando volvió, trajo consigo una caja de la cual sacó dos pequeños senos de silicona. No eran como los que yo las había visto utilizar para sus drags, estas venían separadas, un seno izquierdo y otro derecho. Se veían reales, y de no ser por el papel que traían en la parte de atrás que protegía el adhesivo que ayudaba a dejarlos sujeto sobre el pecho, habría creído que lo eran.

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SERIE NUESTROS MEJORES DÍAS - 2. JUSTO A TU LADO
RomanceNo podemos decidir de quién nos enamoramos, o eso nos han dicho toda la vida ¿Pero y si la persona de la que te enamoras es quien más te ha dañado en la vida? ¿No tienes el derecho entonces de decir no amarle, de elegir a alguien que te llene de seg...