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Más le valía enfrentarse a la realidad. No iba a poder dormir, admitió finalmente Alfonso.

Llevaba más de una hora dando vueltas en la cama y se sentía aún más despejado que cuando se había acostado... probablemente a causa de sus esfuerzos por no pensar en Anahí Puente.

Finalmente decidió levantarse y ponerse el bañador... Se sentía inquieto y muy tenso. Tenía que hacer algo o iba a estallar. Y lo más sano que se le ocurría era hacer ejercicio.

Nadar bajo la luz de la luna resultó una experiencia relajante. No había nadie cerca y tan sólo se oía ocasionalmente el ulular de un búho. Nadó largo rato con poderosas brazadas, hasta que notó que empezaba a relajarse.

-Suficiente. -murmuró tras hacer un último largo.

Con un poco de suerte, y si lograba dejar de pensar en Anahí, por fin podría dormir un rato.

Era más de la una, hora de irse a la cama. Salió de la piscina, tomó una toalla y se encaminó hacia la entrada trasera de la cocina, secándose mientras avanzaba. Sin necesidad de mirar, alargó la mano hacia el interruptor... Y se quedó petrificado en el sitio al ver la silenciosa figura femenina sentada a la mesa de la cocina, pálida, erguida, con las manos cruzadas sobre la mesa.

Vestía unos vaqueros y una camiseta blanca y estaba descalza. Su magnífica melena pelirroja caía libre sobre sus hombros, no llevaba maquillaje y estaba maravillosa. Tanto que Alfonso maldijo el vuelco que dio su corazón al verla.

Instintivamente, cubrió con la toalla la parte delantera de su bañador para ocultar la evidencia de su inmediata excitación. ¿Cómo era posible que aún reaccionara así ante ella sabiendo lo que era?

¡Casi una hora nadando y aún se sentía así! No le iba a quedar más remedio que volver a la piscina. Eso, o tomar una larga ducha de agua fría.

- ¿Qué diablos haces aquí?

-Esperarte. -dijo Anahí suavemente-. Tenemos que hablar.

-No «tenemos» que hablar. No tengo por qué hacer algo que no me apetezca, y no quiero. hablar contigo.

Anahí respiró profundamente y trató de relajar su mente.

-Necesito hablar contigo.

-Puede que sí... pero no veo por qué. Me parece que ya tomaste una decisión hace una semana, cuando decidiste utilizarme una noche para luego desaparecer de mi vida... y regresar a la cama de mi padre.

Aquello hizo que Anahí alzara la cabeza bruscamente.

- ¡Oh, no! Yo nunca... nosotros... Tu padre y yo no compartimos cama. Y nunca lo...

Alfonso hizo un gesto casi brutal para que se callara.

- ¡Ya basta! -dijo con aspereza- - No necesito tanta información. Aunque al menos así me libro de la preocupación de que mi padre pueda ponerse a aporrear la puerta de mi habitación en medio de la noche porque su prometida ha salido de su cama para mantener una cita con su hijo.- su tono fue tan crudo que Anahí se encogió en el asiento.

-Eso... no va suceder. -susurró-. Tu padre está profundamente dormido. Le he oído roncando. Ha bebido bastante durante la cena.

-Yo también, pero eso no me ha garantizado una noche de sueño.

Alfonso se frotó el pelo con la toalla y Anahí no pudo evitar encontrar enternecedor el movimiento. Casi parecía un adolescente... Pero Alfonso Herrera no era ningún adolescente, sino todo un hombre, duro y peligroso

- Si lo hubiera hecho no me habrías encontrado aquí. - de pronto, frunció el ceño y dedicó a Anahí una penetrante mirada de sus ojos negros- ¿O acaso ése era el plan? Tal vez tenías intenciones de meterte en mi cama para...

Noche de libertad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora