Si las miradas hubieran podido matar, ella habría muerto una docena de veces aquella noche, pensó Anahí mientras simulaba una vez más comer un poco de su plato.
Tenía la sensación de que el destello de furia que había en la mirada del hombre sentado frente a ella podría reducirla a cenizas.
Habría dado cualquier cosa por poder correr a refugiarse en su dormitorio. Pero no había escape. Cyril Herrera tenía por costumbre celebrar todas las noches una cena formal y le gustaba que sus familiares e invitados asistieran vestidos para la ocasión. De manera que Anahí se había visto obligada a ponerse el elegante vestido de seda que el había elegido para ella y luego había acudido a someterse a la tortura de la cena.
Y mientras comían. Alfonso Herrera no había dejado de mirarla como un halcón acechando a su presa, esperando el momento oportuno para atacar. A Anahí le había sorprendido que no la hubiera denunciado de inmediato a su padre al darse cuenta de quién era.
Pero, para su asombro, Alfonso no había dicho nada. Debía tener una voluntad de acero para haber controlado su furia como lo había hecho.
—La señorita Puente y yo acabamos de presentarnos. —había dicho con una calma que había asombrado a Anahí —. Eres un hombre afortunado por tener una prometida tan guapa, papá.
Y entonces, cuando menos lo esperaba, la había desconcertado aún más ofreciéndole la mano.
-Es un placer conocerte.
Anahí aceptó su mano mientras Cyril asistía orgulloso al que creía primer encuentro entre su prometida y su hijo. ¡Qué rápido habría desaparecido aquella sonrisa si hubiera sabido que ya se conocían!
El mero hecho de pensar en ello hizo que la mano de Anahí temblara violentamente en la de Alfonso, en cuyos negros ojos creyó captar un mensaje despiadado. «Podría destruirte con la misma facilidad que podría aplastarte la mano», parecía decir. «Y lo haré cuando me venga en gana».
Después, mientras se preparaba para la cena, Anahí no había dejado de temer que Alfonso aprovechara el momento para revelar la verdad a su padre. Pero, al parecer, Alfonso no había dicho nada. De lo contrario. Cyril no habría acudido a recibirla con una sonrisa para darle su habitual beso en la mejilla y ofrecerle una bebida.
—Esta noche vamos a tomar champán, querida. A fin de cuentas, estamos celebrando la ocasión.
—El regreso del hijo pródigo. —comentó Alfonso con sequedad—, Y para celebrar tu llegada a la familia, por supuesto.— añadió con una sonrisa, pero el hielo de su mirada y la velada amenaza de su tono hicieron estremecerse a Anahí.
Como resultado había estado en ascuas toda la velada, temiendo que Alfonso decidiera revelar en cualquier momento el oscuro secreto que lo destrozaría todo.
Pero al parecer había decidido tomarse su tiempo y durante la cena se dedico a ocultar sus intenciones tras una sonrisa.
— ¿Como os conocisteis? —preguntó inocentemente cuando terminaron de comer y mientras degustaba un vaso de vino.
Anahí se volvió instintivamente hacía Cyril para que respondiera, Cuando éste le había hecho su propuesta de matrimonio había insistido en que debían mantener una discreción total respecto al asunto. Su matrimonio debía parecer autentico y no debía mencionarse el acuerdo que había detrás, algo que había supuesto un alivio tanto para Anahí como para su padre.
—El padre de Anahí dirige un par de mis hoteles en Inglaterra —explicó Cyril.
— ¿En Londres? —preguntó Alfonso, y Anahí tembló, consciente de la dirección que estaban tomando sus pensamientos.
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Noche de libertad.
Storie d'amore[Aclaración:esta historia es una ADAPTACIÓN sin fines de lucro. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada] Un viejo magnate estaba chantajeando a Anahí Puente para que se casara con él, pero antes de cumplir con s...