Tres días.
No habían parecido muchos cuando Alfonso le había dado el ultimátum.
Tres días para reunir el coraje necesario y admitir ante Cyril la verdad. Anahí no sabía cómo iba a hacerlo. Sólo sabía que tenía que hacerlo.
Pero eso había sido dos días antes. Ya habían pasado cuarenta y ocho de las setenta y dos horas con que contaba. Y no estaba más cerca de cumplir la orden de Alfonso que al principio. En todo caso, estaba más lejos.
Por un lado, Cyril apenas había estado en la casa. Había pasado gran parte del día anterior en el pueblo y había regresado de tan mal humor que Anahí decidió retirarse cuanto antes a su dormitorio. Aquella mañana, Cyril había volado en helicóptero a Atenas y aún no había regresado.
Anahí sólo podría agradecer que Alfonso tampoco hubiera aparecido por la casa.
La idea de enfrenarse a su inevitable reacción cuando se enterara de que aún no había hablado con su padre le hacía estremecerse de miedo. El futuro parecía oscuro y lóbrego, sin el más mínimo destello de esperanza en el horizonte, y no sabía qué dirección tomar.
Si no le contaba la verdad a Cyril, Alfonso se ocuparía de hacerlo. ¿Pero cómo iba a decirle la verdad si eso implicaría cancelar la boda? Y sin la boda, estaba convencida de que su padre acabaría en la cárcel, pues Cyril no era precisamente un hombre magnánimo.
— ¡Que el cielo me ayude! —susurró mientras se sentaba en la silla más cercana y enterraba el rostro entre las manos, desesperada.
Nunca se había sentido tan perdida y sola, tan abandonada por todo el mundo.
—¿Hay algún problema?
Anahí se sobresaltó al escuchar la voz de Alfonso, pero controló su sorpresa.
—¡Oh, no, no hay ningún problema! —Espetó a la vez que le dedicaba una mirada desafiante—. ¡Ningún problema! Lo único que sucede es que, cuando creía que tenía mi vida más o menos orientada tuve la desgracia de encontrarme contigo y ahora todo se ha desmoronado.
—No se lo has dicho —fue una afirmación, no una pregunta, pero Anahí sintió que Alfonso aguardaba su respuesta.
— ¡No, no se lo he dicho!
Si Alfonso hubiera estado por allí aquellos días lo habría sabido, pero había decidido ausentarse y Anahí sabía que lo había hecho para permitirle hablar más fácilmente con Cyril. Pero lo cierto era que había pasado aquellos días en un estado de permanente terror, temiendo que se le agotara la paciencia en cualquier momento y se presentara para contar la verdad a su padre.
—Por un lado no he tenido la oportunidad y, por otro, no sé cómo va a reaccionar.
—Eso es algo en lo que deberías haber pensado antes de meterte en la cama con un completo desconocido.
— ¡No podía saber que el desconocido era precisamente el hijo de mi prometido!
—No, supongo que no —dijo Alfonso mientras ocupaba con indolencia la silla que se hallaba frente a la de Anahí —. Tuviste mala suerte.
— ¿Mala suerte? — Repitió ella con acritud.— ¡Ése debe ser el eufemismo del año!
— ¿Acaso habría sido todo más justificable si hubiera sido un completo desconocido? Habrías sido infiel de todos modos al hombre con el que estabas comprometida. ¿O eres una de esas personas que creen que lo malo no es cometer un crimen, sino que te atrapen?
— ¡Claro que no! — negó Anahí con vehemencia—. No espero que me creas, pero no tengo costumbre de ir por ahí acostándome con desconocidos.
—En eso te equivocas. Te creo.
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Noche de libertad.
Romance[Aclaración:esta historia es una ADAPTACIÓN sin fines de lucro. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada] Un viejo magnate estaba chantajeando a Anahí Puente para que se casara con él, pero antes de cumplir con s...