10

322 41 5
                                    

—Lo siento . — se sintió obligada a decir—. Nunca pretendí que te sintieras utilizado. ¿Pero por qué no olvidamos de una vez esa noche y la dejamos atrás?

— ¡Sabes muy bien que no podemos!.— los ojos de Alfonso brillaron como el azabache—. Sigue ahí... entre nosotros. Yo no puedo olvidarla... ¿y tú?

Jamás la olvidaría, reconoció Anahí para sí, pero tendría que intentarlo. Su familia carecería de futuro si ella no lograba escapar de su pasado.

—Tengo que hacerlo.— dijo con toda la convicción que pudo—. Tenemos que hacerlo. No puede haber nada entre nosotros. Voy a casarme con tu padre. Tenemos que vivir como si no nos hubiéramos visto nunca, como si...

—Y tú puedes hacerlo, ¿verdad?.— Interrumpió Alfonso con cínico escepticismo-. ¿Puedes simular que nunca fuimos amantes... que nuestra única relación es de madrastra e hijastro?

«¡No! No, no puedo hacerlo... ¡No puedo soportarlo!». Anahí sintió que se le desgarraba el corazón con sólo pensarlo.

No quería ser la madrastra de Alfonso. No tenía ningún sentimiento maternal hacía él.

Quería...Pero no podía tener lo que quería. Eso estaba prohibido para ella. Tenía que apartar los sueños de su mente y vivir la realidad.

Haciendo un esfuerzo, alzó el rostro y miró a Alfonso a los ojos.

—Sí. — dijo con toda la firmeza que pudo. ¿Pero bastaría aquello para convencerlo? Debía convencerlo. Si no lograba hacerlo, no sabía cómo iba a seguir adelante.

Alfonso respiró profundamente y ladeó ligeramente la cabeza.

— Demuéstralo-dijo.

— ¿Qué?

—Demuéstralo. —Repitió él con dureza—. Si estás tan convencida de que puedes comportarte como si nunca hubiéramos sido amantes, como si nada hubiera ocurrido entre nosotros, hazlo. Practica un poco antes de que mi padre vuelva a casa. Si te ha dicho que voy a cuidar de ti creo que será mejor que empiece a hacerlo.

—Pero...

—Pasa el resto del día conmigo. Puedo enseñarte la isla... es la clase de cosa que haría un buen hijastro. Sé mi madrastra, nada más. Y si cuando acabe el día aún eres capaz de decir que quieres que las cosas sigan como están, juro que te dejaré sola... para siempre.

«Te dejaré sola para siempre». Anahí sintió una violenta mezcla de esperanza y desesperación.

Por una parte quería librarse a toda costa de Alfonso... pero por otra, lo que más quería en el mundo era que no la dejara nunca.

Pero no iba a quedarle más remedio que aprender a vivir en esa soledad. Y, tal vez, la sugerencia de practicar, de acostumbrarse a la idea sin el constante temor de que Cyril se dedicara a vigilar cada uno de sus movimientos, podría funcionar.

Además, por la expresión de Alfonso, era evidente que no iba a darle otra opción.

—De acuerdo. —dijo lentamente-. Lo haré.

¿De verdad iba a ser capaz de hacer aquello?, se preguntó Alfonso mientras conducía por la serpenteante carretera que se alejaba de la casa.

¿Qué había pasado con sus dudas, con los riesgos que corría, con la tentación a la que tendría que enfrentarse si seguía allí? Pero lo cierto era que quería aquella tentación. No podía irse así como así.

Cuando estaba con Anahí se sentía más implicado en todo, más vivo que nunca, y no iba a abandonar la oportunidad de experimentar esa sensación una vez más, aunque fuera la última.

Noche de libertad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora