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¿Qué podía responder a aquello? se preguntó Anahí. Se volviera hacia donde se volviese, estaba atrapada.

Pero no pensaba dejar a su madre en la estacada. Claire Puente no estaba al tanto de los verdaderos motivos por los que su hija iba a casarse con un millonario griego mucho mayor que ella, y se habría quedado horrorizada si lo hubiera sabido. Pero Anahí había jurado hacer lo que fuera para que su madre disfrutara con tranquilidad de la vida que le quedaba, y si aquello significaba renunciar a su propia vida, estaba dispuesta a hacerlo.

De manera que sólo le quedaba un camino que seguir. Y pensaba seguirlo.

— ¿Por qué? —repitió, tratando de encogerse de hombros con gesto despreocupado—. ¿No es evidente? Porque me lo pidió.

La reacción de Alfonso volvió a sorprenderla. Había esperado furia, o desprecio, pero se quedó desconcertada al ver que negaba firmemente con la cabeza en un gesto de rechazo a sus palabras.

—No me basta esa respuesta. —dijo con firmeza.

La sensación de estar luchando por su vida hizo que Anahí se mostrara aún más audaz.

— ¿No te basta? ¿Y puede saberse por qué?

Alfonso se limitó a mirarla, a la espera de que siguiera hablando.

— ¿Qué es lo que tanto te cuesta creer?. —la angustia que sentía Anahí hizo que hablara con más brusquedad de la que pretendía—. ¿Quién en su sano juicio renunciaría a todo esto? —preguntó a la vez que hacía un amplio gesto con la mano señalando a su alrededor—. Yo no, desde luego.

Al ver cómo se endurecía de pronto la expresión de Alfonso, Anahí notó lo diferente que era a la que tenía unos momentos antes. Casi había creído percibir cierta compasión en él, cierta comprensión... Pero las barreras habían vuelto a alzarse entre ellos y el dolor que le produjo comprobarlo estuvo a punto de hacer que se le saltaran las lágrimas. Pero era mejor así. Más seguro.

Y si no quería verse atrapada por sus preguntas, más le valía ponerse al ataque.

—Además, ¿por qué te importa tanto lo que suceda entre tu padre y yo?. -preguntó a la vez que se apartaba de él—. Tengo entendido que no manteníais una relación precisamente cercana.

Anahí notó que había penetrado bajo la guardia de Alfonso con sus palabras y sintió un escalofrío de aprensión al ver cómo se endurecía su mandíbula.

— ¿Quién te ha dicho eso?

—Tu padre, por supuesto.

— ¿Y qué te dijo al respecto?

—Que... que tuvisteis un desacuerdo.

—Lo que es un auténtico eufemismo. —dijo Alfonso con amarga ironía.

— ¿Qué sucedió?

— ¿De verdad quieres saberlo? —preguntó él con dureza.

—Sí. —Anahí trató de parecer más segura de sí misma de lo que se sentía—. Tal vez así logre entender mejor las cosas —algo en la expresión de Alfonso le hizo comprender que era una esperanza vana, pero decidió insistir de todos modos—. Cuéntamelo.

Alfonso metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se acercó a la puerta del patio para contemplar el brillo del sol en el agua de la piscina.

—Mi padre me desheredó porque no quise casarme con la mujer de su elección.

— ¿Qué? —. Anahí no ocultó su asombro—. Supongo que estás bromeando.

Noche de libertad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora