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- ¿De tu padre?

Anahí se había puesto tan pálida que Alfonso temió que fuera a desmayarse. De hecho, empezó a balancearse como si las piernas no la sostuvieran con suficiente fuerza.

- ¿Annie? -dijo, preocupado.

Lo cierto era que no había esperado que fuera a reaccionar así. Si lo hubiera sospechado, nunca le habría dicho la verdad de forma tan abierta y directa. Pero el modo en que había reaccionado cuando le había dicho que su padre tenía una amante, casi como si lo hubiera esperado, lo había convencido de que Cyril no le importaba nada, y de que tampoco le importaría nada enterarse de lo del hijo que esperaba Berenice.

Se acercó a ella rápidamente y la tomó de un brazo para conducirla hasta un sofá.

-Siéntate -dijo, y a continuación se sentó junto a ella-. Lo siento. No debería haber...

-No pasa nada -murmuro Anahí en un tono que negaba sus palabras.

-Claro que pasa algo -replicó Alfonso, que había visto un brillo revelador en sus ojos grises. - ¿Estas llorando?

- ¡No!

Anahí alzó la barbilla con gesto desafiante, pero su expresión de rebeldía quedó totalmente arruinada por el temblor de su voz.

- ¿No?. -repitió Alfonso con suavidad-. Entonces, ¿qué es esto? -añadió a la vez que deslizaba delicadamente un dedo por su mejilla.

Anahí bajó la mirada hacia su dedo y vio que estaba húmedo. Se quedó mirándolo largo rato, en silencio, y Alfonso casi pudo sentir la lucha que estaba librando en su interior para no revelar lo que estaba pensando.

Entonces, una solitaria lágrima cayó en su mano, cálida y desesperadamente reveladora.

- ¡Oh, Annie!

Ella murmuró algo incomprensible a causa de las lágrimas que empezaron a manar de sus ojos. Pero entonces lo repitió y la desesperación de sus palabras se hizo evidente.

- No puedo... No puedo seguir adelante con esto... ¡No puedo!

Alfonso no supo cómo nombrar los sentimientos que estallaron en su interior. Preocupación, compasión... y otros menos honorables.

Sintió un arrebato de triunfo al pensar que por fin estaba viendo a la auténtica Anahí. Y, sin duda, sus lágrimas significaban que no era tan mercenaria y corrupta como había pretendido hacerle creer con sus declaraciones sobre los motivos por los que había aceptado casarse con su padre.

Pero lo que no podía contener era su deseo de que Anahí se estuviera refiriendo a su matrimonio al decir que no podías seguir adelante. Por primera vez admitió ante sí mismo cuánto había estado esperando que llegara ese momento.

- ¿Qué has dicho? - preguntó sin apenas atreverse a tocarla, porque sabía que si lo hacía no podría parar.

-No puedo...

- ¿Qué es lo que no puedes, Annie? Dímelo.

- ¡No puedo casarme con tu padre! -gimió ella, desesperada-. ¡No quiero!

Y entonces, finalmente, empezó a llorar de verdad. Las lágrimas humedecieron sus ojos, sus mejillas y se deslizaron hasta su vestido... pero ella permaneció en completo silencio, lo que dejó consternado a Alfonso.

Había visto llorar a otras mujeres y normalmente lo hacían ruidosamente, sollozando, pero Anahí parecía una estatua de mármol.

- ¡Ven aquí! -dijo finalmente, incapaz de contenerse a la vez que la rodeaba con sus brazos. Anahí enterró el rostro en su pecho mientras sus hombros temblaban a causa del llanto -. Tranquila.- susurró el mientras le acariciaba el pelo-. Tranquila, ágape mou...

Noche de libertad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora