02. Transient

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Pasado el primer onomástico del pequeño Viserys y el décimo séptimo de Lucerys la familia fue llamada por el Rey, quien deseaba reunirse y celebrar el cumpleaños de su primera hija, Rhaneyra, para quien había organizado un gran torneo. La familia viajó en barcos y dragones, Arrax podía llevarlo fácilmente en su espalda así que por primera vez surcaron ese camino hasta llegar al Fozo. En el Red Keep fueron recibidos por su abuelo Viserys, la arpía de su esposa y la Mano del Rey.

El convaleciente gobernante brillaba al tener a su amada hija a su lado, la recibió con un gran abrazo, acarició las cabezas de todos su nietos y palmeó el hombro de su descarriado hermano menor. Cómo era tarde todos fueron conducidos a sus habitaciones para que descansaran y se asearan antes del banquete de bienvenida.

Fue una noche larga por decir lo menos, la relación entre ellos y la familia de la Reina era increíblemente tensa e incómoda, Aemond lo veía como si deseara matarlo así que él prefería mantenerse lejos de su vista tanto como le fuera posible, no ayudaba que su tío no dejara de soltar ese aroma a Alfa que lo hacía querer esconderse en la espalda de su hermano. Los torneos de los siguientes días fueron interesantes de ver, él no participó porque no estaba interesado en lo absoluto y aunque Jacaerys había estado emocionado de hacerlo su madre no se lo permitió debido a una reciente lesión que tuvo entrenando con Daemon y sus jodidas clases avanzadas del infierno.

Aemond ganó varios encuentros y se hizo de buena fama, claro que en la última contienda fue derrotado por el vicioso Principe Canalla a pesar de las protestas que hizo la Reina por la rudeza del mayor al tirarlo del caballo antes de ir y darle la corona de rosas a Rhaenyra, quien a pesar de los años seguía siendo hermosa, una belleza valyria en todo su esplendor.

Su tío Aegon no hacía mucho además de beber, un Omega impropio según decían los rumores, Helaena era agradable y amable pero pasaba la mayor parte del tiempo murmurando cosas mientras sostenía algún insecto entre sus manos, una Beta que la Reina parecía ansiosa por casar y Daeron, otro Beta relativamente fácil de tratar, al menos más que el resto de varones de ese lado de la familia.

La única razón aparente por la que ninguno de ellos se había casado eran los debates que su madre y abuelo tenían, después de todo Aegon era Omega y no Alfa como hubieran necesitado para reforzar su posición, pensaban en casarlo con Aemond pero eso podría ser poco convincente a los ojos de muchos, después de todo se diría que el segundo hijo varón trataba de ponerse frente al primero por ser Alfa, destruyendo parte de su argumento contra Rhaenyra de paso ya que ella si era Alfa, y una con más sangre Valyria en sus venas.

Esa tarde, después de que todos se esparcieran por la Fortaleza en sus propios asuntos, Lucerys terminó a los pies del árbol Weirwood del patio, ahí se recostó a ver las suaves nubes moverse en el cielo sin prestar atención al resto del mundo, escuchando el suave sonido del viento moviendo las hojas y los pájaros trinar. Sin darse cuenta sus ojos se cerraron por el sueño y cayó en una pacífica siesta tirado contra una raíz del árbol, para cuando despertó el sol estaba poniéndose y había alguien sentado a su lado. 

Aemond leía tranquilamente un libro de Valyrio sin prestarle atención al muchacho que acababa de despertar y lo veía como a un fantasma recién aparecido. El castaño movió sin querer una de sus entumecidas piernas, rompiendo una ramita y tomando la atención del rubio para él, este lo vió con aparente indiferencia unos cuantos segundos antes de volver su vista a las páginas frente a él.

—Por fin despiertas.— le dijo. —¿No te han dicho lo peligroso que es dormir en medio de un lugar tan vacío y sin ninguna protección?, Realmente no pensé que tuvieras tan poco instinto de autoconservación para ser un Omega.

El menor se sentó con movimientos perezosos, estirando sus extremidades antes de siquiera pensar en darle una respuesta al otro. —Bueno, en Dragonstone y Driftmark las personas son más decentes, además, no fue mi intención dormirme así en un lugar tan incómodo.

—Hmmm.

—¿Y tú qué haces aquí tío?

—Bueno, no podía dejar a un Omega solo e inconsciente, agradece mi generoso cuidado, chico.— el del parche le mostró una sonrisa petulante pero ni una sola mirada.

—Pues gracias, no tenías que hacerlo.— le respondió Luke sin mucho interés.

El silencio reinó unos cuantos minutos, Lucerys estaba fascinado viendo lo bellas que se veían las hojas carmesí sobre su cabeza mientras eran bañadas por los rayos anaranjados del ocaso y Aemond fingía leer pero observaba discretamente la concentrada cara que miraba hacia la copa del árbol.

—Entonces... ¿Por qué lees algo tan básico?, sería mucho más interesante y educativo un tomo avanzado de Valyrio.— dijo el castaño, recostándose en el tronco sin dejar de ver las hojas bailar.

—Hmp, que tus queridos padres sean expertos en el idioma de nuestros antepasados no quiere decir que sea así para todos, seguro has crecido con el Valyrio cómo lengua materna, en mi caso mi madre o padre no tienen nada de ello para enseñarnos, todo corre por nuestra cuenta y lo poco que saben los maestres.— la voz de Aemond sonaba molesta pero al parecer no lo suficiente, o eso pensaba Luke por lo suave que se sentía la fragancia a madera de su tío, sin manchas de enojo.

—Podría enseñarte.— sugirió sin pensar.

Aemond lo miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza antes de dirigirle una mueca asqueada. —No necesito nada de ti.

—Bien, olvídalo.— susurró Lucerys, levantándose de su lugar movimientos rápidos, se despidió de forma vaga y huyó del lugar tan rápido como le permitió la etiqueta.

No sabía por qué había dolido ser rechazado pero definitivamente no quería quedarse ahí, sus feromonas podrían traicionarlo y mostrar la ligera tristeza que picaba en su pecho. Lo que no supo es que el mayor si había alcanzado a olerlo y con una mueca de arrepentimiento lo vio partir, sin tener el valor de detenerlo por su maldito orgullo.

Aemond sabía que había algo que lo hacía tener esa maldita debilidad frente a Lucerys, siempre fue así, desde que eran niños y el mocoso se le pegaba como una pulga hambrienta de atención que él estaba dispuesto a proporcionar, o así era hasta el incidente con el cerdo. El castaño le había rogado semanas enteras que lo perdonara pero eso nunca pasó, después, cuando estaba dispuesto a ceder e iba a ir a buscarlo lo vio partir a Dragonstone, no pudo decir nada porque el dolor sordo en su pecho lo estaba ahogando.

Después de la fatídica noche en Driftmark todo se torció trágicamente, Lucerys le robó un ojo y un odio venenoso comenzó a deslizarse en él, las palabras de su madre, el dolor y la traición lo hicieron repudiarlo. Sentía que el castigo que le impuso su padre no era suficiente pero tuvo que callarse, lo maldijo día tras día pero aún con todo eso seguía habiendo algo que lo llenaba de anhelo por verle otra vez. Cuando por fin sucedió las cosas tomaron un poco más de sentido, al menos biológicamente.

Lucerys era un Omega, había un lazo entre ellos y él lo supo enseguida. La picazón en sus dedos por tocarlo, la salivación y sudoración excesiva, la forma en que sus feromonas se salían de control inundándolo todo y la incesante necesidad por hacerse ver, por ser notado por el otro. Se metió en el maldito torneo solo para obtener la atención del castaño, aún cuando se repetía a si mismo que lo odiaba, que el rencor en su corazón era lo que lo motivaba a demostrar que era mejor y no sus instintos que buscaban demostrarle a su pareja que era el Alfa adecuado para él.

Porque si existía un lazo entre ellos él aún no estaba dispuesto a aceptarlo.






Stronger: Dragon of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora