17. The Last Call

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“He sido quemado en vida, quemado muchas veces.
La rueda de fuego sigue ardiendo,
He hecho mi tiempo, caminando demasiadas líneas y mi alma sigue ardiendo.”

Con los primeros rayos del sol la antigua Reina y su padre fueron llevados a la sala del trono donde toda la familia real, incluyendo a los hijos de Alicent, Rhaenys, Corlys, Laenor y el heredero de Rhaenyra, quién acababa de llegar unas horas más temprano en la madrugada. Ahora el Alfa estaba apostado al lado derecho de su madre, junto a Daemon y el resto de hijos de Rhaenyra excluyendo a los dos menores, Viserys II y Aegon III.

Después de que los guardias los sometieran de rodillas con las manos esposadas a la espalda todos fueron despedidos, solo Ser Erryk quedó para custodiarlos apostado tras ellos.

—Estamos aquí no solo para discutir su traición a la Corona y a su legítima heredera sino también los pecados contra la propia sangre.— habló la Reina desde el trono, su voz era firme y dura mientras los observaba desde arriba.

—Si esto es un juicio, ¿¡Por qué no hay nadie más aquí!?, ¿¡Cuál es la razón de que mi padre haya sido puesto en tal estado!?— chilló la pelirroja llena de ira.

Otto estaba completamente silencioso en su lugar, tenía el rostro hinchado y amoratado, faltaban dientes en su boca y varios dedos de sus manos estaban rotos y doblados, bajo sus túnicas había muchas heridas más provocadas por quemaduras, cortes y golpes. Alicent por su parte solo tenía el cabello algo sucio y enmarañado, su ropa estaba desarreglada y manchada en algunas zonas, la mujer había estado teniendo atenciones básicas en su celda muy a diferencia de su padre, ella era la antigua Reina y al menos se le entregaron esas concesiones.

—El hijo de perra de tu padre simplemente ahora refleja en su carne lo jodido que está por dentro.— respondió el Príncipe Canalla con desdén.

—¡Tenemos derecho a un juicio!, ¡El mundo debe saber que los únicos equivocados e indignos son ustedes!— gritó Alicent.

—No merecen nada, la única razón por la cual su cabeza no está aún en una pica es la mera bondad de nuestra reina.— soltó Rhaenys con indiferencia. —Deberías agradecer que esto será tratado con discreción para ahorrarle a tu hijo la vergüenza pública.

—Es hora de que hables con la verdad Alicent, has puesto a tu hijo en una posición deplorable, tú y tu padre forzaron a Aegon a usurpar mi trono con falsa y vil información tan delicada como la del nacimiento de tu propio nieto.— se escuchó hablar a Rhaenyra, quien jugaba con la daga de su padre en sus manos.

—¡Mi hijo es el heredero, tú eres una mujer!—la pelirroja estaba histérica, tenía los ojos rojos y la cara apretada en ira. —¡No tienes derecho a mencionar aquello!

—¡Lo tengo!, ¡Yo soy tu Reina ahora y él es mi hermano!.— sentenció. —Has llenado la cabeza de los cuatro con mentiras, plantando el miedo en sus corazones, interfiriendo en el afecto entre ellos y mis hijos. Pero aún más importante, le mentiste a una madre sobre la vida de su hijo.

—¡Yo no...!

—¡Deja de fingir Alicent, por primera vez en tu vida!— interrumpió la monarca. —Tu padre ha confesado todo, así que te lo diré solo una vez más antes de hacer que Ser Erryk te corte la lengua: di la verdad sobre el hijo de Aegon.

Aemond y Daeron se tensaron en su lugar al igual que su madre, ninguno de ellos deseaba ver a la mujer sufrir a pesar de todo, pero incluso si desearan interferir ahora era difícil hacer algo con todos ahí, mediando sus movimientos. Alicent temblaba en su lugar mientras se mordía el labio y observaba suplicante a su segundo hijo varón, rogando silenciosamente por su ayuda y él estuvo a punto de moverse a su lado pero la mano de Aegon sujetando sú antebrazo lo detuvo, Daeron estaba en la misma situación.

Stronger: Dragon of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora