18. Ghost Love Score

4.3K 501 14
                                    

—Te extrañé mucho.— susurró Lucerys aferrándose al calor de su compañero.

El ocaso iluminaba el cielo con una vorágine de colores naranjas, rosáceos, rojos y amarillos que se fundían en el reflejo de Black Water mientras las olas lamían la arena de la playa, el olor a agua marina era relajante y el viento fresco que soplaba mecía los mechones castaños de Lucerys. La mano desnuda del joven acariciaba la piel blanca con devoción, en sus ojos no había más que pura adoración y ternura, su sonrisa era brillante y su olor no reflejaba otra cosa además de una profunda felicidad.

—Lo siento, debí venir antes por ti.— susurró cerrando los ojos mientras recargaba su frente en la ajena.

—Prometo no volver a dejarte solo.— dijo depositando un casto beso en la piel aspera y cálida de Arrax, quién gorgojeó de alegría por las atenciones de su jinete.

El dragón perlado se recostó sobre la fresca y blanda superficie de la arena arrastrando a Lucerys con él, Arrax ya no era tan pequeño como antes por lo que su cabeza no cabía en el regazo del humano y era demasiado pesada para él pero eso no lo detenía a intentar continuar siendo tan mimado como siempre. El castaño no le negó las atenciones y se dedicó a acariciar toda la extensión de piel dura y escamosa, cuernos y membranas rojizas como si de un cachorro se tratase mientras escuchaba el suave sonido complacido que vibraba en garganta de Arrax.

Era fácil para él perder la noción del tiempo cuando lo pasaba junto a su dragón o la bestia de las profundidades, junto a ellos podía hablar y hablar de todo lo que pasara por su cabeza o agobiara su corazón sin ser juzgado, o simplemente cantar algo para ellos en la paz de la soledad.

Por la cueva que se conectaba a las catacumbas de la fortaleza apareció una figura alta y cubierta de ropa negra, Aemond caminó a paso lento más cerca de la playa hasta encontrarse con la imagen de Lucerys y Arrax recargados en una gran roca, jinete y dragón completamente relajados, con los ojos cerrados y expresiones satisfechas. Un suave murmullo salía de los labios del castaño, una melodía curiosa en Valyrio que él nunca había escuchado.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca para llamar la atención con el ruido de sus pisadas Arrax levantó la cabeza de dónde medio descansaba en el regazo de Lucerys, el dragón gruñó al intruso en una clara advertencia, mostrando sus afilados dientes y sacudiendo las membranas en su cabeza como un gato al que se le erizaba el pelo de la espalda.

—¿Buscabas algo tío?— preguntó el Omega abriendo sus ojos y sobando el costado de lo que se podría considerar como la mejilla del dragón para tranquilizarlo.

—Esperaba que pudiéramos hablar, no he tenido la oportunidad de acercarme a ti desde nuestra rendición.— le dijo deteniendo sus pasos a una distancia prudente mientras colocaba sus manos tras la espalda.

—¿Y sobre qué podría ser?

—Nosotros.

Lucerys resopló con falsa diversión y dijo: —Pensé que habías dejado claro tu punto acerca de eso en Storm' End.

—Yo no quería...

—¿Qué?, ¿Intentar asesinarme?— soltó amargo antes de levantarse y sacudirse la arena del pantalón. —Me temo, querido tío, que no es algo tan sencillo como eso.

Aemond se mordió el labio con frustración, la culpa apretaba su pecho y era casi irreal poder estar ahí, viendo a Lucerys completamente sano frente a sus ojos. Sus hermanos estaban vivos, la guerra había acabado y el mundo seguía avanzando pero él se sentía con un grillete en la pierna, imposibilitado para seguir caminando.

El castaño susurró algunas palabras a su dragón y este en lo que al Alfa le pareció un berrinche volvió a recostarse en la arena pero sin cerrar sus ojos, mirándolo detenidamente, Luke comenzó a caminar lejos de Arrax hasta que las olas lamieron sus botas y Aemond lo siguió, comenzaron a avanzar un poco más lejos de la fortaleza y el dragón en un silencio tenso con el agua mojando su calzado.

—Fue un accidente, perdí el control de Vaghar, jamás quise herirte.— le dijo por fin.

—Hmp, no es lo que yo recuerdo. ¿Qué pasó con el “dame tu ojo bastardo”?— respondió el menor con molestia, deteniendo su caminata y encarándolo con los ojos entrecerrados, el ceño fruncido y los labios apretados. —¡Insultaste mi legitimidad!, ¡El honor de mi madre y el mío!... ¡Y como si no fuera poco estuviste a punto de matarme, cualquier otra persona habría terminado siendo un charco de sangre que se perdería en el mar pero no te importó una mierda!.

—¡Me equivoqué, estaba herido y la única manera que conozco para protegerme es la violencia!— soltó Aemond frustrado.

—¡Ah, claro!, ¡Discúlpame, eso soluciona todo!.

—¡Sé que no lo hace pero escucha!— pidió —¡Quiero reparar mis errores!, ¡Sabes por qué hice lo que hice y estoy seguro que tú hubieras hecho lo mismo por cualquiera de tus hermanos!.

Lucerys se mordió el labio, aunque estaba furioso con el otro no podía negar esa verdad, amaba a sus hermanos y no dudaría en hacer todo lo necesario para mantenerlos a salvo, a ellos y a cualquier hijo que pudieran tener. Se pasó las manos desde la frente hasta la nuca para peinar un poco sus mechones rebeldes y soltó  un suspiro frustrado.

—Mi madre te perdonó, incluso Daemon está dispuesto a dejar el pasado atrás. Yo también lo hago y fue por eso que te pedí rendirte desde un principio.— su voz era mucho más calmada ahora mientras su vista se perdía en las aguas de la bahía, enfocándose en el punto dónde sentía la presencia de su vínculo con el dragón marino. —Tienes mi perdón, tú y tus hermanos ahora pueden vivir una vida tranquila aquí, dime, ¿Qué más quieres de mi?.

Aemond abrió y cerró la boca sin poder soltar una palabra, ¿Qué se supone que dijera cuando le había hecho tanto daño?.

—Permíteme demostrarte que hay un futuro para nosotros, que lo que siento fue real y eres lo único que deseo en el mundo. — habló con voz trémula, perdiéndose en el brillante color verde de sus ojos. —Así cómo trabajaré para restaurar mi nombre como principe del Reino quiero reparar lo que rompí entre nosotros.

Las olas se arratraban por sus pies y la luz del día ya casi desaparecía por completo, el aire se sentía más frío pero nada de eso importaba ahora, no cuando Lucerys parecía una visión divina ante sus ojos. El mayor extendió una mano hacia el otro y lo vio dudar largos segundos antes de que una mano más delgada pero firme se cerrara contra la propia, cálida y aún suave a pesar de los entrenamientos con armas y las horas de tirar las riendas de su montura.

—Tendrás que trabajar mucho entonces.— le dijo antes de soltar su mano y trotar de regreso junto a Arrax. —¡Que sepas que nuestra relación pasada no te dará ventaja ante mis otros pretendientes!— gritó mientras se subía en el dragón, aferrándose de dónde podía puesto que su montura se perdió en el incidente de Storm's End y no la habían repuesto.

—¡Tengo el dragón más grande vivo y sangre Targaryen, puedo con cualquiera que pongas frente a mi!.— respondió con altanería.

—¡No pudiste conmigo!— fue lo último que dijo Lucerys antes de emprender vuelo y dejar a Aemond solo en la playa con una sonrisa tonta en la cara.



Stronger: Dragon of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora