07. Leviathan

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Lucerys se despertó en medio de la noche, una suave brisa helada entraba por la puerta de su balcón entreabierta, en verano siempre la dejaba así para no morir de calor. Su habitación estaba en una parte alta del castillo que daba directo a un escarpado precipicio de rocas en las que las olas rompían, nadie se atrevería a intentar entrar así que la seguridad no era problema.

Le dolía el costado derecho por las costillas rotas que le dejó la caída, su hombro izquierdo también escocía bajo las vendas pero era mucho más soportable a la sensación de sus músculos mal pegados a los huesos de sus costillas. Respirar dolía y moverse demasiado también pero aún con eso se levantó de la cama, desde que despertó había tenido esa extraña sensación en el pecho que lo hacía querer ir a la playa, era como si el agua o algo ahí lo llamara.

El suelo de piedra estaba frío bajo la cálida piel de sus pies mas no le prestó atención, avanzó a paso lento hasta salir por la puerta de cristal y llegar al balcón. Había una preciosa luna llena en el cielo iluminando las aguas azules que se mecían en calma, el cielo estaba despejado y lleno de estrellas volviendo la cúpula celeste un deleite para los ojos. Luke siempre había amado las estrellas, una de sus actividades favoritas cuando pequeño era sentarse junto a su abuelo y escucharlo explicar el significado detrás del nombre de cada constelación, sobre la estrella del amanecer o cualquier cosa que el mayor tuviera para decir de los cuerpos celestes.

El camisón que traía puesto era de tela fresca y delgada, cubría bien su cuerpo desde las muñecas hasta la mitad de sus piernas, amplio y cómodo para facilitar el acceso a sus heridas y no sofocarlo en esas épocas del año. Su cabello ondeaba con el viento helado que enrojecía sus mejillas, su vista estaba fija en un punto específico en el agua, cerca de donde eun barco de vigilancia estaba apostado.

Era como si el viento y el agua susurran en su oído, no sabía exactamente qué era esa sensación en su interior pero algo le decía que no había por qué temer, lo que sea que se encontrara ahí no lo dañaría ni a él ni a los que amaba. Cerró sus ojos y se concentró en el ruido sordo de las olas golpeando la roca una y otra vez, en la sensación de la piedra helada bajo sus pies tomando algo de su calor corporal y los latidos calmados de su corazón.

Intentó llamarlo, sin órdenes ni movimientos, parado ahí con las manos fijas en la barda tallada mientras susurraba el verso que su padre siempre cantaba para él, ese que según decía había sido legado de generación en generación por los Velaryon desde los tiempos de la Antigua Valyria.

Jace siempre había dicho que ellos eran hijos de su padre, su hermano era increíblemente susceptible a la ira cuando alguien insinuaba lo contrario y él lo entendía, Laenor los amaba, cuidaba de ellos y siempre les repetía que eran suyos. Aún cuando Lucerys guardaba dudas en su corazón sobre su sangre y nunca se sintió del todo digno de ser llamado el heredero de Driftmark porque, bueno, no se parecía en nada a su padre además de los ojos verdes que compartían, él jamás dudo que Laenor fuera su padre.

La sangre valyria corría en él, Arrax había eclosionado junto a su cuna y ahora podía montarlo, era un Targaryen jinete de dragones pero ahora, ahora también se sentía como un verdadero Velaryon. La mística bestia de las profundidades lo había salvado de la muerte, le dio otra oportunidad para luchar por su familia y recuperar a Arrax de aquél que lo traicionó.

Aemond cree que está muerto,  caviló.

Solo esperaba que no lastimaran a su dragón o jamás podría perdonárselo, después de todo fue él el que decidió quedarse en Storm's End aún cuando sabía que el Alfa también estaba ahí. Sacudió su cabeza frunciendo las cejas, no debía ser pesimista y de nada servía lamentarse ahora, no fue culpa suya que el imbécil de Aemond haya decidido hacer ese enfermizo juego de persecución, Vaghar era una maldita máquina de guerra y a él no le importó atentar contra su vida de esa forma, quizás ese era su objetivo ya que ahora eran enemigos.

No quería pensar en eso, las lágrimas picaban sus ojos pero ya había llorado demasiado por alguien que intentó matarlo.

Volvió a concentrarse en el llamado tras su cabeza, repitiendo una y otra vez el verso en su mente suplicando por una respuesta. Pronto las olas comenzaron a intensificar su fuerza y cuando abrió los ojos observó la forma en la que el mar se movía formando patrones de V, algo se estaba acercando a la orilla del acantilado. Él aguantó la respiración viendo cómo las aguas se abrían dejándo ver el enorme cuerpo oscuro y alargado de la bestia que poco a poco levantaba su enorme cabeza hasta quedar a unos cuantos metros de distancia frente a él. Debía ser increíblemente largo y fuerte para sostenerse a tal altura, era como una cobra levantando una parte del cuerpo cuando se veían amenazadas pero en este caso Lucerys no sentía nada de hostilidad proveniente del enorme ser.

La sola cabeza del Leviatán bloqueaba sú vista del resto de cosas, era tan grande que su cuerpo podía compararse con una sola fosa nasal, Lucerys se preguntaba qué tan grandes debían ser sus pulmones para aguantar tantos tiempo debajo del agua. Los enormes ojos amarillos brillaban con la escaza luz de la noche, las rendijas negras de sus pupilar estaban fijas en él, como si estuviera esperando su siguiente movimiento.

—Gracias por salvarme.— susurró en valyrio, no sabía si sería entendido pero ya que las historias decían que el primer Velaryon había vivido en los tiempos de Valyria esperaba que si.

Estiró su mano en dirección al Leviatán, esperando sin saber qué. Antes de que pudiera arrepentirse la enorme cabeza se movió sin prisas hasta que la pequeña mano se posó en una fría escama del frente de su hocico, era enorme y estaba tan cerca que casi rozaba la piedra de su balcón. Lucerys sintió la dura textura de esa piel, era negra pero con el más mínimo haz de luz brillaba en tonalidades azuladas que a Lucerys le recordaban las aguas del océano cuando lo veía desde el cielo en Arrax.

Estuvo largos minutos en esa posición, simplemente sintiendo a la enorme criatura contra su palma, viendo cómo esos ojos viperinos se cerraban en calma. Después de un rato el toque se fue, la bestia se alejó y giró antes de volver a hundirse en el agua pero en lugar de irse de nuevo a las profundidades se quedó ahí, tan cerca del castillo que seguramente cualquiera que mirara desde las ventanas de ese lado sería capaz de ver su cuerpo echado en el lecho rocoso.

Lucerys regresó a su cama sin saber qué había pasado con exactitud, se tapó con las sábanas frescas y cerró los ojos, pronto el cansancio lo reclamó y terminó navegando nuevamente en el mundo de los sueños hasta muy entrada la mañana siguiente, cuando una criada entró para dejarle el desayuno. Apenas había salido la mujer la puerta recién cerrada fue azotada duramente y la figura de Baela se mostró sosteniendo la madera del marco mientras lo observaba con los ojos bien abiertos.

—¿¡Has visto lo que está en la maldita agua!?— vociferó llena de asombro.

Antes de que pudiera decir algo la vio correr hasta su balcón, la muchacha traía uno de sus bellos vestidos azules y su cabello rizado volaba libre con el viento, Lucerys sólo sonrió en su dirección antes de tomar la bandeja y colocarla en sus piernas.

—¡Mierda, realmente eres un jodido Dios en esto de domar bestias, primero Aemondo y ahora el maldito Leviatán!— le dijo Baela, recargándose en la barda de roca en busca de una mejor vista.

—No menciones a ese tipo.— respondió con una mueca, lo de Aemond aún era una herida sin cicatrizar.

La mujer pareció pensar en sus palabras y se giró en su dirección con el rostro culpable. —Lo siento.

El castaño tomó un pedazo de pan y le dio un mordisco, sabía que ella no lo había dicho con mala intención así que solo le dedicó una sonrisa suave. —Está bien.






Stronger: Dragon of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora