Capítulo 4: Anuncios y compromisos

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Transcurrieron unos días relativamente normales. Cada familia inmersa en su rutinaria vida, enfocándose en lo suyo y empeñados en lograr objetivos personales. En el perfecto caso de Sofía Lombardi, quien se trataba en la medida posible en hacerse con los mejores negocios en su sobrecogedor espacio de trabajo. Con la vista posada en el ordenador, organizaba información aquí y allá. Sin embargo, en medio de una de sus tantas actividades, recibió un correo electrónico y sin más se dirigió a la bandeja de entrada.

La morena leyó y escudriñó el mensaje varias veces; luego, dio paso a un ataque de emoción, algo repentino. Se levantó del asiento propio de su despacho en la empresa Morado, ajustándose a la realidad incómoda de sus tacones, y salió de su área. Con paso acelerado, recorrió uno que otro pasadizo hasta llegar al despacho principal y, una vez llegó, tocó la puerta. Recibió una respuesta afirmativa e ingresó.

—¡Papá!

El señor Lombardi levantó la mirada ante el llamado de su hija, quitándose sus lentes que reposaban en la punta de su recta nariz y se reclinó en su asiento, mostrando un especial interés en ella.

—¿Sucede algo? —inquirió.

Sofía apoyó sus estilizados brazos en el espaldar de una de las sillas frente al escritorio de Christian Lombardi.

—León Fabrizzio, uno de los mejores catadores del mundo, será el jurado principal del evento de la exhibición de los mejores viñedos de nuestra región —expuso la mujer, sin dejar de lado una media sonrisa.

—Es obvio que tendremos que impresionar a este señor quienquiera que se llame.

—¡Siempre lo hemos hecho, papá!

Christian se levantó de su asiento con evidente pesadez y añadió:

—Sí, solo que esta vez será un poco diferente.

—¿Lo dices por la presencia de los Genovesse, cierto? —preguntó la mujer a fin de confirmar su leve sospecha. Por su mente rondaba la idea de que a su padre le intimidaba la idea de competir contra fuertes exponentes en el mundo del vino. Ya ella había hecho sus respectivas investigaciones y estaba enterada de que los Genovesse tenían un buen asentamiento comercial en Italia y en otras regiones limítrofes.

El Sr. Lombardi solo tensionó la mandíbula. Una incomodidad interna y un presentimiento inexplicable le estaban acechando. Con su famosa templanza, evadió la mirada de su hija y la dirigió hacia uno de los tantos portarretratos que había de fondo. Sus ojos se extraviaron en una imagen de notoria antigüedad, la familiaridad de aquellos rostros hizo que se sintiera pequeño. Él siendo abrazado por sus padres.

—¿Tanto te aterra? —cuestionó en voz baja la morena, visiblemente inquietada.

Se había roto la burbuja en la que Christian había incursionado.

—No... —él desvió la mirada a otro punto insignificante de la habitación—. Para nada, siempre hemos sido los mejores y lo seguiremos siendo, cueste lo que cueste.

Sofía no alcanzó a escuchar lo último, puesto que el Sr. Lombardi lo dijo de manera inaudible, era más un comentario de él para él mismo. La mujer terminó de explicarle los detalles de la competencia vinícola y abandonó enseguida el rincón de su padre, dejando a un Christian Lombardi pensativo. Cuando la puerta de su despacho se cerró del todo, él dirigió su mirada de nuevo a la fotografía familiar y esta vez, solo observó a su madre, quien lucía sonriente en el único recuerdo que lo vinculaba a ella. «Mamá, me encargaré de mantener tu sueño, todo es por ti», pensó el hombre tras un rato de contemplación absoluta.

°°°

Siendo mitad de semana, el tiempo solía correr más lento de lo normal y este hecho solía ser abrumantes para algunos. En este mismo día, pasadas las horas del atardecer, ambas familias estaban al tanto de la primicia acerca de la integración de León Fabrizzio como jurado de uno de los eventos más característicos de la región. Tal anuncio llenó de expectativas a cada miembro, sabían que lo que se venía era un clima completamente lleno de intensidad. Tal evento solía organizarse cada dos años, y al menos para los Lombardi era algo típico en sus vidas, mientras que para los italianos era una nueva experiencia. Un nuevo desafío, mejor dicho.

Vino y amor desbordanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora