Capítulo 2: Inesperado; es el nombre de las visitas

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Al día siguiente, al ser un sábado que pintaba soleado, los Lombardi amanecieron con los ánimos arriba, era su día favorito. Christian fue el primero en despertarse y besó tiernamente la mejilla de su mujer mientras ella aún dormitaba. Luego,  el hombre al desperezarse se dirigió a la ducha y en media hora ya estaba listo para el desayuno. Lauren y sus hijos, aún en pijama, se dirigieron al comedor. Se saludaron mutuamente y al ver el banquete, se dejaron perder en los deliciosos aromas y sabores. A los mayores les causaba gracia ver como los mellizos Guillermo y Antonia peleaban por el último gofre con chispas de chocolates que había, era una típica escena, propia de ellos.

Al cabo de un rato más tarde, ya todos los faltantes se hallaban listos para dirigirse a las afueras de la gran casa y relajarse un poco. Querían disfrutar a la pequeña Antonia, quien al otro día se marcharía de regreso a Los Ángeles para cumplir con sus labores de actriz protagónica de lo que sería una futura aclamada serie de acción. Interpretaba a Kate Kass, una detective aguerrida.

Estando al aire libre, Antonia Lombardi sorprendió a sus hermanos con una pistola de agua. Apuntó a su hermano Guillermo, quien soltó una fuerte risa al no haber tenido la agudeza de huirle a una de las tantas bromas de su melliza. Mientras tanto, Sofía se burlaba de manera ruidosa de Guillermo al verle preso en su ropa empapada. La menor no dejó pasar tal gesto y apuntó a Sofía, quien advirtió la intención de su hermana y corrió hacia un sendero en busca de alejarse de los potentes chorros de agua provenientes de la pistola de juguete. Sus padres se percataron de que la morena se iba a tropezar con los relieves del suelo pedregoso, abrieron sus ojos e intentaron llamar su atención, pero era demasiado tarde. El tobillo de Sofía le jugó una mala pasada y, en un intento de equilibrarse tuvo como resultado unos malabares graciosos que concluyeron en una caída.

Ella, esperando caer sentada sobre la firme superficie del suelo, había apretado sus ojos como una muestra involuntaria de preparación para lo que se venía; sin embargo, lo curioso es que cayó sobre las piernas de alguien.

—A la próxima fíjate por donde vas —soltó el desconocido suavemente entre dientes.

Sofía Lombardi, al sentir el aliento rozando el espacio entre su lóbulo y su cuello, se estremeció. Al percatarse de que estaba sobre las piernas de alguien postrado en sillas de ruedas, se ruborizó instantáneamente. Sin fijar la mirada en el hombre, se colocó de pie con presura y a su vez le otorgó unas palabras de disculpas. No hubo respuesta, salvo por unas risas estruendosas que hicieron eco en medio de la naturaleza. Las risas provenían de un hombre mayor de mediana estatura, quien se hallaba a un lado del hombre con el que había tenido el infortunio.

—¡Héctor! —gritó de repente Christian Lombardi.

—¡Toro loco! —exclamó el mencionado.

Ambos hombres se fundieron en un eufórico abrazo fraternal. Una vez se saludaron, Lauren hizo lo mismo y luego dieron lugar las presentaciones. Los señores Lombardi presentaron a sus hijos a excepción de Valentina, quien desde que salió de la casa había ido a echarle una ojeada a Fénix. Se dieron por enterados de que una de las caras nuevas era Héctor Castiblanco, un muy apreciado viejo amigo de Christian Lombardi. Hace más de veinte años se conocían, el Sr. Castiblanco había echado raíces en Sierranueva, pero solía habituar más tiempo en el extranjero por cuestiones laborales.

—Quien me acompaña es mi mayor orgullo, ¡mi hijo! —dijo felizmente el visitante, señalando al hombre que, desde su silla de ruedas, se removió incómodo y pronunció solo dos palabras de manera seca:

—Emilio Castiblanco.

El señor Lombardi les ofreció a sus visitantes un paseo de cortesía por el rancho; por ende, todos los presentes accedieron a llevar a cabo el plan. Emilio optó por conducir su silla de ruedas detrás de todos ellos, detestaba que la atención estuviese puesta en él. No obstante, Sofía se quedó atrás con él a propósito.

Vino y amor desbordanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora