Capítulo 11: ¿El amor se está asomando?

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Bajo el sol rabioso del mediodía, Emilio y Sofía llegaron al rancho Lombardi y divisaron un deportivo extravagante estacionado en la entrada. El Dr. Castiblanco aparcó su vehículo a su lado, y Sofía advirtió de que Damián Castellanos se encontraba apoyado en la parte delantera de su auto, con los brazos cruzados. Cuando vislumbró a la morena junto a Emilio a través de las ventanas abiertas de la camioneta negra, Damián aplaudió con escándalo y con una mueca se acercó a la ventana de copiloto, donde Sofía se despedía de Emilio con unas palabras de gratitud por su gentileza.

—¡Vaya! Me cambiaste por el lisiado —Damián se desprendió de sus lentes de sol, dejando que la luz natural mostrase su mirada sarcástica— ¿Así de aburrida era tu vida Sofí?

Sofía Lombardi no podía creer que sus oídos estuvieran siendo sitio para aquellas palabras insensatas. Percibió que Emilio había cerrado sus puños como mecanismo de defensa, pero también notó su coraje al no poder bajarse de su auto de la manera en que le hubiese gustado para ir a darle su merecido, hacerle que se arrepienta por su grosería. Sin embargo, no hizo falta que lo hiciera; la morena no iba a permitir que Emilio se untara de las provocaciones de Damián, así que conteniendo su frustración, apretó su mano en un gesto de confianza, descendió del auto y le propinó una bofetada al hombre a quien había considerado su amigo por tantos años.

—En tu vida, te vuelves a dirigir de esta manera hacia alguien o a mi persona, y tendremos más problemas —amenazó la mujer entre dientes. La furia Lombardi se había apoderado de ella, y la mirada incrédula de Damián resplandeció con intensidad gracias a la ferocidad de la naturaleza. Hasta el viento bramó entre los árboles, exaltando el suspenso.

Sofía rodeo la camioneta negra, buscando dirigirse a la ventana del conductor.

—Emi, lo siento por eso —dijo la morena, suavizando su mirada dorada.

—No te preocupes por mí, ve y entra a tu casa.

—No lo haré, tengo una conversación pendiente con Damián —expuso.

—Sofía, este tipo puede hacerte daño —protestó Emilio, preocupado.

—Créeme que después de la lección que le di, no se atreverá —respondió la mujer con una leve sonrisa, emanando cierta arrogancia juguetona.

El médico curvó sus labios en complicidad con ella y, sintiéndose convencido, se marchó. No sin antes depositarle una mirada que denotaba su aprecio, reconociendo que Sofía estaba siendo su persona vitamínica.

Cuando el Dr. Castiblanco se marchó del todo, Sofía se acercó a Damián, quien no demoró en reprocharle:

—Te desapareciste, no contestas mis llamadas ni mis mensajes —enumeró cada una de ellas con los dedos de su mano—. Y el malo soy yo por querer buscar respuestas.

—No te hagas la víctima, Damián —la voz de Sofía denotaba su exasperación—. Y decidí dejar de tener contacto contigo porque me di cuenta de que no eres mi amigo.

—¿A qué te refieres? —inquirió— Si yo a vos te quiero.

—Si lo hicieras, no me mentirías en tus planes, que siempre terminan conmigo siendo abandonada en las discotecas, ni pondrías en peligro mi vida cada vez que estás ebrio o bajo efectos de sustancias nocivas —declaró la dama. Su voz se había aligerado un poco— ¿Crees que no sé cuál es tu realidad, Damián?

—Pero Sof...

—Intenté comprenderte y estar para ti, pero no puedo seguir exponiéndome de esta manera y más aún, si hay un niño que me espera.

Damián Castellanos intentó digerir las declaraciones de Sofía, las cuales le resultaron ilógicas.

—Vamos, Sofí, lo que pasó aquella noche no fue para tanto.

Vino y amor desbordanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora