Valentina Lombardi no falló a su compromiso de visitar a su amado Fénix en la noche, y al ver aquella serenidad emanada de la naturaleza equina, le resultó irremediable no dejar escapar algunas lágrimas contenidas. Le parecía inconcebible que su pequeña hermana por poco hubiera sido una completa presa para un ser depravado. Sin embargo, reconoció que este "por poco" había afectado a Antonia, sabía que ya nada sería igual, su inocencia había sido arrebatada. Los intentos, las manipulaciones y los despropósitos de un ser malintencionado dejaban una herida profunda en el alma, y ella lo sabía muy bien.
Mientras peinaba a Fénix, contempló a la yegua de Antonia, la Srta. Monroe, y tuvo que contenerse; muchos recuerdos le vinieron a la mente. Su infancia estaba plagada de las bromas de la castaña. Juntas solían ser el dúo dinámico femenino de la familia Lombardi. Embargada de la pura nostalgia, sonrió de tal manera que poco a poco la humedad abandonaron su rostro. Sabía que de vez en cuando tenía que hacerlo, no podía pasar toda una vida con un rostro lleno de severidad y fingiendo fortaleza.
—No quiero ser indiscreto, pero me veo en la necesidad de hacerle saber lo siguiente —irrumpió Samuel De la Fuente, posándose a su lado mientras observaba a Fénix.
—¿Qué es lo que debo saber? ¿Y qué haces aquí a estas altas horas? —cuestionó la mujer a la defensiva, sintiéndose desnuda, le habían pillado en un momento de debilidad.
—Su sonrisa es algo... —inició el caballero, prosiguió tras un rato absorto en sus pensamientos, buscando las palabras adecuadas— fuera de este mundo —concretó por fin—. Debería presumirla más a menudo.
Valentina, al ver la amplia y fresca sonrisa de Samuel, no pudo reprimirse y le preguntó:
—¿Cómo le haces para sonreír tanto sin cansarte?
Ante tal cuestionamiento, el hombre de cabellos castaños procedió a soltar una suave risa; realmente nunca imaginó que tal pensamiento se le cruzara por la mente de su compañera.
—¿Le molestaría sentarse en el pasto?
La mujer frunció el ceño y esperó una pregunta mucho más específica. Samuel le entendió y agregó:
—Es una noche fresca, sentarnos en el pasto nos haría bien.
—¿Y por qué debería hacerlo con usted? —soltó desconfiada la de cabellos negros.
—Usted me ha hecho varias preguntas y me encantaría responderlas, una por una —respondió el hombre, saliendo de las caballerizas, acto que imitó Valentina tras darle una suave palmada a su amigo equino.
Cuando estuvieron al aire libre, la señorita Lombardi inspeccionó a Samuel con la mirada y al percibir tan solo tranquilidad, respondió:
—De acuerdo.
Samuel De la Fuente la guió hacia un lugar más iluminado. Rodearon las caballerizas y encontraron un espacio perfecto para dejarse caer en el pasto. Ambos lo hicieron y, por unos minutos, solo se dedicaron a extraviarse en el aroma del pasto combinado con el aire nocturno. El hombre sonreía levemente mientras cumplía su objetivo de disipar las dudas de Valentina, y al llegar a la respuesta más interesante, la mujer le escuchó con mayor inclinación.
—Creo que sobrellevar la vida con una sonrisa es mucho mejor.
—A veces pareciese que nada te perturba...
—¡Vamos! Tampoco soy un superhumano —respondió el castaño con su característico toque humorístico.
Valentina Lombardi dejó escapar una suave risa que se entrelazó con el viento nocturno.
—¡Vaya! ¿Eso qué fue? ¿Hice sonreírte?
—No alardees mucho —soltó de repente la mujer con una fingida seriedad.
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Vino y amor desbordante
Romance⭐️🏆¡Finalista en la lista corta en los premios Wattys!⭐️🏆 | El vino despertó lo más profundo de las entrañas de dos familias de la alta alcurnia española: Los Lombardi y Los Genovesse. Los conflictos abrasadores se hicieron inevitables, pero ¿el a...