Doce.

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Al otro día Lisandro se despertó por la alarma de su celular. No tenía ganas de nada, muchísimo menos de trabajar, pero era lo que tocaba. Si tenía que verle el lado positivo -si es que lo había- era que los domingos a la mañana pasaban sumamente rápido, por lo que la jornada podía ser tortuosa pero con el movimiento de clientes el tiempo pasaba más desapercibido.
Salió de la habitación de Pellistri para ir hasta la de Antony, encontrarse a su amigo tendido en la cama en el quinto sueño. La casa de los Santos era como su segunda casa, Lisandro era recibido y tratado como un hijo más de la familia, y era justo por eso que ahora él buscaba ropa en el armario de Antony para pegarse un baño antes de ir a laburar ya que si iba a su casa se le hacía muy tarde.

Minutos más tarde cuando ya salía de la ducha y pasaba por en frente del espejo para inspeccionar su apariencia se quiso morir viendo los chupones bastante pronunciados que ahora decoraban tanto su cuello como parte de su pecho también, y ni siquiera podía enojarse con Facundo porque era consciente que hasta a él se le había ido de las manos respecto a ese temita. Se terminó de secar y vestir para volver hasta Antony y comportándose como un hermano mayor tuvo que sacarle lo que llevaba puesto en ese momento para que pudiera dormir más cómodo, y además lo tapó con las frazadas. No se quería ni imaginar en el estado en el que había llegado después de la joda.

Bajando las escaleras podía sentir el olor a café que provenía de la cocina, donde se escuchaban ruidos y signos de vida. No dudó en acercarse a verificar, encontrándose con las dos dueñas del hogar desayunando.

— Buenos días, señoritas. —saludó cordial Lisandro que pasaba a dejarles un beso a ambas como saludo y despido.

— Buenos días, Lisi. —saludaron ambas alegres.
— ¿Ya vas a trabalhar? —preguntó curiosa Bruna mientras se preparaba una tostada.

— Lamentablemente si... terminé muerto. —comentó Lisandro, hasta que quedó desconcertado por la mirada que recibía de ambas.

Anna se acercó hacia él, tomando parte de su rostro para exponer su cuello, y rápidamente las dos se rieron en su cara.

— Nos dimos cuenta cómo fue tu noche. —se burlaba Anna, Lisandro también se rió con ellas pese a que en el fondo no llegaban tales risas.— Hay que ayudarlo a tapar eso, amor, sino en el trabajo se le van a quejar los jefes.

Bruna segundos después se levantó para obedecer a la sugerencia de su amada. El ambiente era tan cálido y acogedor que Lisandro desde que conoció hace años atrás la casa de Antony amaba ir, principalmente porque se sentía como un hogar, y su casa jamás logró tener esa armonía, y cuando consiguió tenerla a los pocos años después de volvió a derrumbar con la pérdida de su abuelo. Su madre ahora se enfocaba plenamente en su trabajo y en las necesidades de su hermanita menor, y él sentía que estaba simplemente pendiente en el aire, a la deriva.

Para cuando se quiso excusar con las dos mujeres ya estaba Bruna con su kit de maquillaje salvador borrando las marcas entre moradas y rojizas en su cuello. Lo dejó impecable, prácticamente como si nada hubiera pasado por allí. En el fondo Lisandro tenía que agradecer que no tenían ni idea de que el responsable había sido el mismísimo sobrino de ellas que ahora estaba descansando en la pieza de invitados en el piso de arriba.

Luego de que le remediaran el desastre se despidió de ambas prometiéndoles que se las pagaría yendo a cocinar en la semana para ellas.

El camino al trabajo fue lento especialmente porque no quería recordar ni procesar lo que había visto y pasado ayer, pero su mente le jugaba la contra. Lo doloroso para él era estar cansado física, mental y sentimentalmente. Fue mucho peor cuando llegó a su trabajo y entre todos los que estaban ahí su primer compañero en saludarlo fue Son. Él lo saludaba tan atento y amigable como siempre, Lisandro simplemente se quería clavar un cuchillo en el pecho, estaba seguro que le iba a doler menos que mirarlo y volver a repetir en loop la imagen de Cristian besándolo a él.
Definitivamente ese domingo entraba entre los más deprimentes que había tenido. Se excusó con sus compañeros por la falta de energía y amargura diciendo que simplemente era la resaca. Y así de pasó la jornada, vivió distraído atendiendo a todos los clientes posibles, sacando temas de conversación con todo el mundo para no quedarse consumido por sus propios pensamientos.
Cuando se quiso dar cuenta, ya estaban en la hora del cierre. El día era nublado y lo acompañaba con el estado de ánimo. La vuelta a casa fue igual de amargada y angustiante, tratando de buscar al menos un poco de consuelo con los perritos de la zona que siempre acostumbraba acariciar, y ese día no iba a ser la excepción.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2023 ⏰

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Inexplicable. [Cuti & Licha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora