Una semana después, mi hermana ya estaba haciendo planes a espaldas de mis padres con su nueva amiga. Si mis padres se enteraran estaríamos perdidas, así que la acompañe hasta una plaza.
Su nueva amiga se llamaba Sofía, y según mi hermana no se parecían en nada. Sofía era muy alta, castaña clara y sin una sola peca. En cambio, Lucía, era muy bajita, rubia y con muchísimas pecas en la cara.
En los ojos también había ciertas diferencias. Los de Sofía eran marrones por completo, mientras que los de mi hermana era verdes con el centro marrón llamada heterocromía central.
Salimos de casa aprovechando la ausencia de mis padres y nos dirigimos al sitio de la quedada. Lucía me había mencionado algo sobre quién iba a llevar a Sofía, creo recordar que era su hermano.
Una vez llegamos, vimos a lo lejos dos figuras que se acercaban a paso lento. Al avanzar un poco más, Lucía salió disparada hacia la más bajita. Pero cuando vi al chico que la acompañaba me quedé petrificada. No podía ser, era aquel chico del parque. Me quedé mirándolo más tiempo del que me gustaría admitir, pero salí de mi ensimismamiento cuando el chico extendió su mano hacia mí.
- Hola, me llamo Mateo, ¿Y tú eres?
- Soy Ana, un placer conocerte.
- Lo mismo digo Ana.
Mientras dejamos a nuestras hermanas pequeñas en un banco sentadas, fuimos a la terraza de un bar en el cual no había nadie. Supongo que sería por el frío que hacía, pero no tenía mucho sentido puesto que había unas enormes calefacciones de pie en varios sitios.
Nos sentamos en una mesita y enseguida se presentó un hombre de estatura media con una librería en la mano.
- ¿Qué van a tomar? - preguntó con voz afable.
- Dos coca-colas porfavor. - pidió Mateo.
Las trajeron en tiempo récord y Mateo y yo comenzamos a hablar.
Casualmente íbamos a la misma universidad y ambos teníamos pensado hacer ciencias. Nos llevamos bastante bien, y nos hicimos amigos hasta que de repente aparecieron Lucía y Sofía. Habían visto a mamá y a papá en la vuelta de la esquina y nos teníamos que ir antes de que nos vieran. Pagamos la cuenta rápidamente y fuimos de vuelta cada uno a nuestras casas. Cada uno tomo un camino diferente pero el paradero era el mismo. Nos dimos cuenta cuando llegamos, pero ninguno se lo podía creer. Vivíamos justo enfrente y no nos habíamos dado ni cuenta.
Desgraciadamente no hubo tiempo para conversaciones porque vimos aparecer un coche al principio de la urbanización. Corrimos cada uno hacia nuestras casas y mi hermana y yo nos pusimos a hacer cosas para que nadie sospechara nada.
Pasamos el resto de la tarde echándonos miradas fugaces y riéndonos constantemente. Pero a pesar de no estar nada cansadas, nos fuimos a dormir relativamente pronto porque queríamos disfrutar del Domingo. Sorprendentemente mis padres no se asomaron a mi habitación en toda la noche, cosa que hacían como costumbre desde hacía tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Una vida de cambios
Teen FictionLa joven Ana ha tenido que mudarse a Grecia por el trabajo de su padre en la famosa empresa star+. Ana se siente ignorada por sus padres hacia sus graves problemas. Tras una gran pelea madre e hija, Ana pierde a sus padres, quienes son denunciados...