Capítulo 9

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A la mañana siguiente me levanté con mucho dolor de cabeza. Me di cuenta de que Marta no estaba en la cama y me levanté de golpe. Eso provocó que mi cabeza diera vueltas y al levantarme me caí de la cama. Me dolía demasiado y veía borroso. Todo me daba vueltas. 

Miré mi despertador y vi que era la una y media de la tarde. Pensé en Mateo y cogí mi teléfono.

 Tenía 24 llamadas perdidas suyas y mensajes, muchos mensajes. Le escribí un mensaje diciéndole que estaba en casa, que no me podía levantar y que me encontraba mal. 

A los cinco minutos mi puerta se abrió de golpe y vi a Mateo. Estaba hiperventilando, pero al verme, su expresión cambió a una más triste. Se acercó a mi cama y se sentó.

- ¿Qué te pasa Ana? ¿te encuentras bien? 

- Me encuentro fatal, la cabeza me da vueltas y no me puedo mover.

Eso le preocupó bastante, y lo primero que hizo fue tocarme la frente. Por su cara supe que algo no iba bien y cogió mi teléfono. Salió de la habitación y regresó unos minutos más tarde.

- ¿Tú sabías que tus padres estaban en España? 

Esa pregunta no me la esperaba. ¿Qué hacían mis padres en España?.

- No, ¿qué hacen allí? 

- Tu abuelo está en el hospital.

Esa frase me dolió. ¿Mi abuelo estaba en el hospital? ¿qué le pasaba?. Me puse a llorar con desesperación. La cabeza me daba vueltas y me dolía a rabiar pero eso me daba igual.

-¿ Q-qué hace a-allí? - dije tartamudeando.

- No podía respirar, dice tu madre que se estaba asfixiando y han ido para allá. ¿Puedes levantarte? 

- N-no.

Yo seguía llorando, por supuesto.

- Yo te ayudo, vístete y vamos a por tu hermana. La dejamos en mi casa con Sofía y nosotros nos vamos al médico a ver qué te pasa. - sentenció con decisión.

Se levantó para cogerme algo de ropa y cuando lo abrió le señalé que prendas coger, pero cuando las vió, su cara cambió completamente.

- ¿Tienes frío? 

- Mu-mucho.

Estaba temblando, me dolía todo el cuerpo y estaba llorando a mares. La ropa en cuestión eran unos pantalones con unas medias debajo, un jersey de cuello alto con una sudadera, unas botas de invierno y un gorro.

- Vale, vístete que nos vamos ya.

Nada más salir por la puerta, mis rodillas se debilitaron y me caí. Mateo se dió cuenta y me cogió en brazos hasta llevarme al coche. Sacó una manta del maletero y me la echó por encima. Estaba nevando así que hacía mucho más frío de lo que me imaginaba.

 Por el camino llamó a su hermana y le contó lo sucedido. Cuando llegamos, ambas se montaron en la parte trasera del coche y Mateo las llevó a su casa. Fuimos directos a la clínica, y al llegar nos pasaron a una sala para hacerme unas pruebas.

Cuando nos dieron los resultados, Mateo puso una mueca de horror. Tenía neumonía y anemia. Los médicos me dijeron que no hiciera mucho esfuerzo y que no saliera de casa. Yo no los estaba escuchando porque mi cabeza me daba vueltas. Cuando llegamos al coche, Mateo me volvió a arropar con la misma manta de antes.

- ¿Estás mejor? 

- No, me sigo encontrando fatal. 

Con un asentimiento se subió al coche y llegamos a mi casa. Me dijo que si no me importaba que se quedara conmigo esa noche para cuidarme. Me pareció un gesto muy lindo por su parte. Yo no respondí porque aún estaba fatal. Esta semana estaba siendo la peor de mi vida.

                                                                                              ...

- Ana, ¿me estás escuchando? 

Me di cuenta de que estaba en mi cama, tumbada y Mateo estaba a mi lado, como ayer por la mañana.

- Ana, ¿puedes responder por favor? 

- S-sí.

- ¿Cómo estás? 

- Fa-fatal.

- ¿Qué te duele? 

- To-todo.

Me siguió haciendo preguntas, pero yo no le estaba haciendo caso. Eso le preocupó muchísimo más de lo que esperaba. Agarró mi rostro entre sus manos y pude ver en sus ojos mucha tristeza, también había lágrimas en ellos.

- Ana, ¿qué te pasa? - dijo casi llorando.

- No-no lo s-sé - yo también había empezado a llorar.

No sabía ni que hora era, ni que me pasaba... no sabía nada.

- ¿Sabes lo que te he dicho antes? - en ese punto ya estaba llorando, y me dolía.

- No.

- ¿Te encuentras bien? 

Tenía en su voz un tono de desesperación, y le resbalaban lágrimas por sus mejillas.

- No, me encuentro fatal, estoy sola. Mis padres están en España, mi abuelo está en el hospital... 

- No estás sola, me tienes a mi.

- Ya lo sé, pero tú tienes tu vida y no tienes que estar todo el día preocupándote por mí. 

- Siempre te pondré a ti antes que a cualquier otra cosa, Ana, nunca lo olvides.

Me incorporé y lo abracé. Él lo hizo con fuerza, como si tuviera miedo a perderme. Mateo estaba llorando y se veía tan vulnerable que daba pena. 

Cuando nos separamos unos instantes después, me levanté y bajé al salón para ver una película. Él llegó poco después y se sentó conmigo. Estuvimos viendo la película hasta tarde. Yo no tenía sueño y él no me quería dejar sola.

- ¿Quieres acostarte? 

- No, que va, no tengo sueño.

- ¿Segura?

- Segurísima.

Sabía que estaba mintiendo, así que me levanté y me fui a la cama. Pasaron cinco minutos y él no subía. 

Me asomé a la barandilla y lo vi tumbado en el sofá con una manta. Bajé al salón y me tumbé a su lado. Él me arropó y me abrazó. Se quedó dormido en cuanto me acurruque con él. 

A los veinte minutos aproximadamente, cerré los ojos y me dormí.

Una vida de cambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora