Capítulo 15

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Nos quedamos en el coche hasta que se fueron todos. No quería volver a cruzarme con esa chica por nada en el mundo. Cuando llegué a mi clase, me senté en mi sitio y recibí muchas miradas de asco, pero las ignoré como pude. Al entrar el profesor, todas esas miradas se disiparon.

- Buenos días, chicos. - dijo el profesor.

- Buenos días. - sonó al unísono.

Tras pasar lista como cada mañana, comenzó la clase y yo empecé a estudiar las páginas anteriores. Esa era la única clase que tenía hoy, porque el profesor de física se puso enfermo. Cuando terminó la clase, salí del aula. Por desgracia, me volví a encontrar a la chica de antes. Intenté evitarla, pero no pude.

- ¿Qué haces tú aquí niñita enferma? 

- Déjame en paz.

- Oh, de eso nada, ¿no están aquí tus papis para protegerte? - dijo riéndose con sus amigas.

Me empecé a poner nerviosa, pero en ese momento, una voz sonó a mis espaldas.

- No están aquí, pero sí estoy yo. Así que déjala en paz. - dijo Mateo.

Me agarró por detrás y nos fuimos al coche. Yo estaba llorando por la mención de mis padres de esa manera. Me acordé de mi padre y me puse a llorar.

- Oye Ana, ¿estás bien? No le hagas caso a esa chica, aunque no estén tus padres estoy yo, ¿de acuerdo? 

Asentí con la cabeza y me sequé las lágrimas.

- ¿Tú no tienes clases ahora? - le pregunté a Mateo.

- El profesor se ha caído por las escaleras viniendo a ella, así que supongo que no. - añadió con una sonrisa inocente.

De pronto, sonó un chillido que provenía desde dentro del edificio. Corrimos al lugar del que provenía y cuando llegamos lo que vimos fue horroroso. Una niña había pegado a la chica que me había molestado antes. Mi cara de horror se profundizó más aún cuando vi que era mi hermana la causante del alboroto. Me quedé congelada en mi sitio y Mateo fue a por ella. Por suerte nadie le vio la cara antes de que nos la lleváramos al coche.

- ¡¿Pero a ti qué te pasa?! - exclamó Mateo.

Yo seguía paralizada en mi sitio pensando en la sangre que había por todas partes. Mateo seguía regañando a mi hermana por lo sucedido mientras me apretaba de la mano. Según él era un método para calmar la ansiedad (cosa que funcionaba).

- ¿Tú madre está en casa? - pregunté.

- Que yo sepa también es tu madre, ¿no? podrías hablarle con más respeto. - respondió mi hermana.

Negué con la cabeza y me puse a llorar. ¿Qué le habría contado sobre mí? Mateo, que sabía lo ocurrido, intervino por mí.

- Pues "su madre" como tú la llamas, le abandonó cuando más lo necesitaba y le dijo que no le hablara en su vida. ¿Te parece que eso se merece algo de respeto por su parte?

Mi hermana se quedó sin habla.

- Me había dicho que fuiste tú la que nos abandonó.

- ¿Por qué haría yo eso? - me atreví a decir.

- Dijo que te sentías culpable y te fuiste. 

Yo seguía con lágrimas en los ojos por lo que me había hecho mi madre y Mateo me miraba entristecido. Mi hermana se bajó del coche y se fue. Mateo también lo hizo pero fue para venir a abrazarme. Eso era todo lo que necesitaba en esos momentos y él se preocupaba por mí.

- Mi madre dice que me fui de casa... 

- Tú sabes que eso no es verdad, lo que diga ella para olvidarse de ti no importa porque nunca podrá. 

- Si que me olvidará, lo hará y pasará página... 

- Una madre nunca olvida a su hija por mucho que lo intente. 

Se montó en el coche de nuevo para ir a su casa. Cuando llegamos, me encontré a mis padres con maletas en las manos. ¿Dónde iban? Cuando los vi se me llenaron los ojos de lágrimas y Mateo me dio la mano para llevarme dentro. Al ver eso, mi madre cambió su expresión a una más cabreada y vino hacia nosotros.

- ¡¿Quién te crees que eres para alejar a mi hija de nosotros?! Déjala que llore, se le pasará y te dejará solo como lo hizo con nosotros. - le soltó a Mateo.

- ¡¿Cómo que os dejó solos?! - Mateo estaba muy enfadado - ¡tú misma le dijiste que se olvidara de vosotros y que no os volviera a hablar! Soy su novio y sin duda sé que no quiere volver a ver a las personas que le arruinaron la vida. 

Cuando llegamos dentro, él me abrazó con fuerza y nos sentamos en el sofá. La puerta estaba siendo fuertemente golpeada desde el otro lado.

- ¿Por qué no me dejan en paz? - murmuré entre lágrimas.

- Pasa de ellos, sube a mi habitación y no salgas. Yo me ocupo de esto. 

Obedecí a Mateo y eché el pestillo. Me senté en el suelo llorando cuando escuché un fuerte golpe en la planta de abajo seguido de gritos por parte de mi madre. ¿Qué estaba pasando? Rápidamente abrí la puerta y bajé las escaleras para ver a Mateo con su mano en la mejilla y a mi madre saliendo por la puerta.

- ¡Mateo, qué ha pasa... 

Cuando se dio la vuelta y se quitó la mano de la mejilla, se me paralizó el corazón. Tenía la mano de mi madre marcada, ocupando gran parte de su mejilla y algo del ojo.

- ¿Te lo ha hecho ella?

Él solo asintió con la cabeza. Yo le hice una foto por si había que denunciarlos y cogí una bolsa con hielo para dársela.

- Gracias, Ana. 

- Gracias a ti por ayudarme con todo esto y no quejarte ni una sola vez. 

Cuando llegaron sus padres les explicamos todo lo sucedido por lo que decidieron ir mañana a la policía. 

Yo les dije que estaba de acuerdo totalmente y nos fuimos a la cama. Esa noche no pude dormir, ¿cómo podía hacerle eso? 

Mateo estuvo toda la noche dando vueltas por el dolor pero no se quejó para que no me preocupara. Conseguí pegar ojo a las 5:00, pero las pesadillas seguían latentes.

Una vida de cambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora