Capítulo 11

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Me desperté por una pesadilla sobre las 5:45 a.m. y como yo sabía que no me iba a dormir otra vez me levanté. Subí a la habitación de mi hermana para ver si estaba dormida. Efectivamente lo estaba, así que como era Sábado no la desperté hasta que ella quisiera. Bajé a la cocina a por un vaso de agua, y vi una nota puesta en la nevera: " Recuerda que tienes que desayunar ".

Yo ya sabía de quién era, pero no podía desayunar. Iba a tardar mucho tiempo en superar esos traumas infantiles. Si Mateo me preguntaba sobre la nota le diría que no la vi, no puede saber la verdad de ninguna manera si no por mi.

- ¿Qué haces levantada tan temprano? 

Pegué un salto del susto para luego ver que era Lucía, que estaba parada al pie de las escaleras.

- Nada, ¿por qué lo preguntas? 

- Porque llevas viendo ese papel durante un buen rato, ¿qué pone? 

Al acercarse para leerlo, lo cogí y me lo guardé en el bolsillo. Al atar cabos me puso mala cara.

- Es de Mateo, ¿verdad? - dijo con ese tono de superioridad que usaba de vez en cuando.

- Claro que no, ¿por qué tenía que ser suyo? 

- No sé, solo que como está todo el día en casa y no te despegas de él...

Antes de poder replicar nada, alguien abrió la puerta y apareció Mateo en la cocina.

- Buenos días, ¿interrumpo algo? - dijo Mateo con una bolsa en la mano.

- No, para nada. Pasa. 

Me ofreció la bolsa y me di cuenta de lo que era. Eran unos dónuts de chocolate y un café. Yo no podía comerme eso, así que se lo entregué de vuelta.

- ¿Qué es esto? 

- Tu desayuno. Sabía que no ibas a hacerme caso y que te inventarías alguna excusa. 

Lo admito, me conocía bastante bien, con tan solo haber estado dos meses saliendo.

- Pues te equivocas, ya he desayunado. 

- Venga ya Ana, no me mientas. 

- ¡Que no te estoy mintiendo! 

- Mientes tan mal... además, ¿sabes que estudio psicología verdad?

Me molestaba mucho que me recordara todos los días que él sabía estas cosas y yo no le podía contradecir porque se enfadaba conmigo porque a mi me venía bien que mi novio me pudiera ayudarme. 

Él terminaría la carrera el año que viene y yo terminaría al siguiente año. Yo estaba haciendo la especialidad de pediatría ya que me gustaban mucho los niños.

- Vale, reconozco que no he desayunado, pero es que no puedo comer. No me obligues por favor, sabes que no puedo. - dije con cara de pena.

- Tienes que comer algo, no puedes estar todos los días sin comer. Estás en los huesos. 

Eso me dolió porque yo sabía que era verdad. Pero no podía comer.

- Cómete lo que te he traído, te lo pido por favor. 

- No puedo. 

- ¿Pero por qué no puedes? haz un intento, hazlo por mí. 

- Solo un dónut. - acepté poco convencida.

Eso le alegró ya que se sentó en la mesa y sacó uno de los dónuts para mí.

- El café y el otro no los voy a tocar. - le advertí.

Una vida de cambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora