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—Me parece absurdo que Inuyasha aún no se haya dado cuenta de nada.

—Estamos hablando de un tonto innato.

—Sí, tienes razón, aunque Kagome debería darse prisa y hablar con él, o arriesgarse a que se desate el infierno cuando se entere.

—Bueno, pero al final fue él quien inició alejarse de ella sin ninguna razón aparente.

"..."

"..."

—El problema es que Inuyasha nunca admitió su error, y ciertamente, no va a empezar a hacerlo ahora.

—Veremos cómo se desarrolla la situación, por otro lado, ¿has notado algo raro en Inuyasha?

—Aparte de su comportamiento, todo parece estar bien en él. No he percibido energías negativas a su alrededor, he tratado de seguirlo a escondida, pero es difícil espiar a un medio demonio que puede olerte y sentirte a largas distancias.

Shippo y Miroku estaban sentados uno al lado del otro bajo el enorme roble que protegía la casa del bonzo, viendo cómo el sol desaparecía detrás del oscuro dosel del bosque.

El joven demonio había regresado al pueblo por la tarde y se había encargado de entregar de inmediato lo que la anciana sacerdotisa le había mandado a buscar. Una vez allí, Kaede le informó que al día siguiente partiría junto con Kagome hacia la aldea de komoro.

Shippo apenas contuvo su alegría, ¡por fin volvería a la aventura con Kagome! Luego se dirigió a la cabaña de Sango y Miroku, donde esperaría a la sacerdotisa. Al llegar a la casa de sus amigos, solo se encontró con el bonzo, Sango había salido con Rin y las gemelas, dejándolo naufragado solo en ese gran mar repleto de tareas domésticas llamado “hogar”.

Mientras su discurso se desvanecía lentamente, en la distancia vieron las figuras de Sango acompañadas por Rin, seguidas por dos pequeños monstruos que gritaban. Miroku sonrió feliz, Incluso Shippo se sintió aliviado por su llegada, por suerte esta vez también se había escapado de una posible cena cocinada por el bonzo, algo desalentador para cualquiera. ¡Gracias a Kamisama!

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Caminaba, absorto en sus pensamientos. Si bien estos daban vueltas inmensas, siempre volvían a posarse sobre ella. Kagome.

¿Desde cuándo la pensaba por su nombre? A estas alturas, estaba claro que se sentía atraído por ella, cada vez que la percibía deambular por el bosque, su instinto le gritaba que la necesitaba. Sí, instinto… aún seguía llamando instinto a ese sentimiento que lo atraía hacia la miko.

Se detuvo, cerrando los ojos. Inhaló profundamente, el aroma de Kagome aún fuertemente adherido en sus ropajes. Le producía un efecto extraño, embriagador, lo confundía. Cuanto más se dejaba llevar por ese dulce perfume, más difícil era controlar a su bestia, la cual amenazaba con abandonarlo en batalla si no se acercaba nuevamente a la sacerdotisa.

Enamorarse de nuevo ( Pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora